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Francia, ese vecino que nos mira por encima del hombro

El jueves se celebra en Barcelona una cumbre Hispano-Francesa, pero la convocatoria de una manifestación del independentismo contra la cumbre y la esquizofrenia de ERC -que sostiene a Pedro Sánchez en el Gobierno, pero se manifestará contra él a la vez que el presidente de la Generalitat acude a la cumbre– nos ha distraído de analizar la relaciones hispano-francesas de dos países con 650 kilómetros de frontera y 27 pasos fronterizos.      

Y es que, efectivamente, ERC afronta la cumbre entre el masoquismo y la contradicción, haciendo el malabarismo de asistir a la cumbre y manifestarse contra ella, todo a la vez. El manifiesto contra la cumbre, que ha apoyado ERC, afirma, entre otras cosas, que los gobiernos de España y Francia no respetan los derechos lingüísticos de los catalanes.  

Se hace difícil comprender que un Gobierno, que el manifiesto firmado por ERC califica de tan represivo, cuente con el apoyo leal y entusiasta de aquellos a los que el manifiesto considera oprimidos. Es más, si el manifiesto rubricado por ERC no miente, dado que los republicanos apoyan a Sánchez, podemos concluir que Junqueras y Aragonés son parte activa de la represión contra el pueblo catalán.   

El independentismo siempre ha sido muy exigente con el gobierno español y mucho más sumiso con el francés, a pesar de que el reconocimiento de la lengua y cultura catalana es mucho más sólido en España que al otro lado de la frontera, donde el catalán no tiene oficialidad alguna. Esto no ha sido óbice para que el independentismo mire a Francia buscando su protección, Artur Mas llego a defender un trasvase de agua de Ródano antes que del Ebro para así no soliviantar a sus votantes en Tortosa, idea que desde Francia se descartó. El Parlamento catalán forma hoy parte de la asociación por la francofonía, una organización que promueve el uso, no del catalán, sino del francés en el mundo.  

Pero, más allá del papel de los independentistas como agitadores de la calle durante la cumbre, es interesante analizar el estado de las relaciones hispano-francesas. Francia tiene como uno de sus objetivos permanentes de política exterior mantener a España cuanto más aislada del resto de Europa mejor y los españoles no mostramos nuestra ira por ello. A diferencia de antaño los franceses ya no queman nuestros camiones al cruzar la frontera, actualmente usan la diplomacia tanto política como económica para mantener su ventaja frente a España.  

El gobierno de Macron ha frenado el Midcat, un gaseoducto que tanto gobierno como la patronal catalana veían como estratégico, y ha impuesto el H2MED, un tubo entre Marsella y Barcelona que no trasportará gas. 

Francia y España son grandes clientes uno del otro, más de 2.800 empresas francesas están implantadas en España y dan empleo a 350.000 personas por casi 1.000 empresas españolas al otro lado de los Pirineos. Pero la relación entre España y Francia, más allá de las declaraciones de cordialidad, es compleja. Francia ha estado obstaculizando que RENFE pueda operar una línea de semialta velocidad entre España y París alegando todo tipo de problemas técnicos, mientras Ouigo, de la empresa pública francesa SNCF lleva tiempo compitiendo con RENFE en las líneas de AVE entre Madrid y Barcelona y Madrid y Valencia.

Además, Francia no ha completado, ni tiene previsión alguna de hacerlo, la línea de alta velocidad entre Perpiñán y Montpellier. La conversión de ese tramo de 156 kilómetros en alta velocidad reduciría el tiempo de viaje en España y París y haría al tren más competitivo frente al avión, uno de los objetivos de la UE, pero para Francia no es interesante acercar España a Europa. París es un hub ferroviario con Bruselas y Londres y es mejor para París que a los españoles nos quede lejos.

La competencia entre España y Francia se salda a favor de Francia en el ámbito diplomático, en especial en la política agraria común europea, donde España, a pesar de generar más empleo agrícola, es la tercera receptora de fondos por detrás de, como no, Francia y Alemania. La distancia entre España y Francia no es menor, dado que nuestros vecinos reciben 7.600 millones de euros por 5.100 España.  

También en África hemos perdido la batalla diplomática con Francia. Guinea Ecuatorial, excolonia española y hoy un mar de petróleo, abrazó a Francia y abandono a España hasta el punto de que la excolonia tiene como moneda el Franco CFA que usan todas las excolonias francesas en el continente africano y en Marruecos, Francia y España luchan por ser el primer cliente comercial del reino alauí.  

La cumbre del jueves, para que fuera buena para España, debería ser tensa, eso significaría que Francia nos teme como competidor comercial, pero será plácida. Sánchez prepara la presidencia de turno de la UE para el segundo semestre de este año y quiere tener a Macron de su lado.