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ETA, el volcán inactivo 

Hace unos días hice en las redes un paralelismo entre ETA y el volcán de La Palma: ambos están inactivos, no salen en los medios y, por lo tanto, no existen. La similitud me vino al magín tras escuchar a un contertulio decir en un programa de televisión que la organización terrorista no existe sencillamente porque está inactiva.  Hombre, pensé, el Cumbre Vieja tampoco está activo, pero eso no quiere decir que haya desaparecido.

Cualquiera que sepa más que yo de vulcanología me dirá que un volcán inactivo no es otra cosa que una montaña más, pero entiendo que por mucho que esto sea así, en la cumbre quedará siempre un cráter, o algo parecido, que recordará que por ahí salió fuego, lava, rocas y todo tipo de magma volcánico. La analogía me sirve para tratar de explicar las razones del importante incremento que las encuestas electorales otorgan a Bildu en estas elecciones y por qué una ETA inactiva, pero presente en la campaña, ha contribuido a este ascenso de los radicales.

En primer lugar, quiero insistir en que la organización terrorista no ha desaparecido, aunque se haya disuelto y dado por finalizada su actividad armada. Dejó de asesinar porque la Policía y la Guardia Civil se lo fueron poniendo cada vez más difícil y porque, de insistir, solo les hubiera quedado la eliminación sin más opciones.

Los pactos con el gobierno de Rodríguez Zapatero sirvieron para poner fin a los asesinatos, pero evitaron también la derrota militar de la banda, que pudo integrarse en Sortu y a su vez en Bildu. El volcán decidía apagarse y adoptar la forma de simple montaña. Un símbolo. Una amenaza latente. Lo que ustedes quieran.  

Los pactos con el gobierno de Rodríguez Zapatero sirvieron para […] evitar la derrota militar de la banda

Pero esto no quiere decir, en segundo lugar, que los votos de Bildu sean papeletas que apoyan la violencia. Puede que algunos, quizá muchos, tengan nostalgia de los años de plomo, pero me atrevo a decir que la inmensa mayoría no. Este respaldo radical es el magma volcánico que sigue vivo bajo la montaña. Son las entrañas de la sociedad vasca.

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi. EFE/Javier Etxezarreta

Un fuego que se viene alimentando desde hace décadas por el nacionalismo y una parte considerable de la izquierda y que ha significado que varias generaciones se hayan educado y se eduquen en el rechazo a todo lo que significa España. Con leyes que tratan de imponer el euskera por encima de la lengua y la cultura en castellano. Con el arrinconamiento del constitucionalismo, con la marginación de quien se siente vasco y español. Y lo que es más peligroso, transmitiendo la idea de que el franquismo sigue vivo en la mitad de los españoles y que por eso en España no hay democracia plena.    

Porque la Guerra Civil, así se ha venido diciendo, fue una contienda de los españoles contra los vascos en la que se nos impuso el franquismo. Y ETA, claro está, fue su lógica consecuencia. Por esas y otras muchas razones parecidas, en Euskadi hay una parte importante de vascos que disfruta votando la opción política que resulte más difícil de digerir en España. Lo que más duela del Ebro para abajo.

En Euskadi hay un discurso dominante que ha conseguido un doble objetivo: la indolencia de la sociedad vasca hacia unas cosas y, al mismo tiempo, la reacción contundente para con otras. Extrema sensibilidad hacia los muertos de la Guerra Civil, escasa hacia los que ha dejado ETA

Hasta ahora quien más tajada ha sacado con ese discurso ha sido el PNV

Los anhelos independentistas están calmados porque el terrorismo no ha servido, todo lo contrario, y la experiencia catalana, tampoco. Así que a este amplio sector de la sociedad vasca, a la que oír hablar de la unidad de España, le recuerda lo que le contaron del 36, solo le queda apoyar a quien plante cara con más contundencia a ese Estado carente de libertades, con una formación de ultraderecha y franquista como Vox y una derecha antidemocrática que no nos deja ser nosotros mismos, tener nuestras propias selecciones deportivas ni representación exclusiva en la UE como la nación que somos.  

Hasta ahora quien más tajada ha sacado con ese discurso ha sido el PNV. Los de Sabino Arana ponían y quitaban gobiernos en Madrid con un puñado de diputados que volvían a Bilbao como Sancho el Fuerte con las cadenas de las Navas de Tolosa arrebatadas al infiel. Pero eso ha cambiado con Pedro Sánchez, que ha convertido a Bildu, a instancias de ERC, en socio preferente y, por lo tanto, en el azote de los vascos “antifranquistas” en Madrid.  

Trasladar al Congreso el discurso de Bildu y esperar que los españoles asuman su radicalismo como parte del juego democrático puede que le dé resultados a Pedro Sánchez a corto plazo. Conseguirá que el volcán permanezca inactivo, pero el resto tendremos la sensación de estar chamuscándonos.