El PSOE deroga la Transición
El 23 de julio los españoles hablaron en las urnas y, como en toda contienda electoral, el resultado admite diferentes interpretaciones, incluso contradictorias. Sin embargo, hay dos cuestiones irrefutables.
Por un lado, el Partido Popular ganó claramente las elecciones con más de 8 millones de votos. Alberto Núñez Feijóo aumentó en 48 diputados la representación de los populares en el Congreso, obteniendo la victoria en su primera candidatura, algo inédito en nuestro país desde el inicio de la democracia.
Los extremos pierden apoyo social
Por otro lado, los extremos de todos los colores perdieron apoyo social. Perdieron VOX y Sumar, y perdieron todos los nacionalismos y separatismos, excepto Bildu, que ganó un simple escaño. El mensaje, pues, debería ser claro: la sociedad española pide centralidad. Pide recuperar sensatez.
Tras experimentar con adanismos y narcisismos, los anticuerpos democráticos se fortalecieron para rechazar el virus populista. La indignación subvencionada y la división inducida desde el poder podría haber quedado atrás. El resultado del 23J abría las puertas a la altura de miras, al sentido de Estado. Los españoles habían votado reformismo, rechazando retóricas revolucionarias y guerracivilistas. El bipartidismo había alcanzado los 258 diputados: sí, los españoles nos habíamos dado una nueva oportunidad. La concordia era posible.
El PSOE ya no solo adopta las formas del procés separatista, también sus objetivos: debilitar el Estado, fracturar la sociedad y diluir la nación
No obstante, la traducción política de esa mayoría social moderada está sufriendo una grave perversión. Es la distorsión sanchista. Una distorsión que provoca una grave paradoja: los extremos adquieren mayor poder a pesar de su menor representación. Pero, antes de nada, quizás no debamos hablar más de sanchismo. Quizás esta ya sea una distorsión socialista, la de un partido semileal a la democracia española, un partido cuya única obsesión es centrifugar España para mantenerse eternamente en el poder. El PSOE ya no solo adopta las formas del procés separatista, también sus objetivos: debilitar el Estado, fracturar la sociedad y diluir la nación.
Derogar la Transición democrática
Desde inicios del presente siglo el objetivo del PSOE ha sido y es derogar la Transición democrática. Es acabar con el pluralismo a golpe de frentismo. José Luís Rodríguez Zapatero promovió ese cambio cultural, ese regreso a las dos Españas. Creía firme y sinceramente en la discordia, en la bondad política de un pacto del Tinell plus. Para ello contó con una clerecía mediática y académica que el centroderecha aún no ha sabido contrarrestar.
Pedro Sánchez encontró el terreno abonado. Carente de principios políticos, vio en la política de la tensión una manera de perpetuarse en el poder. Y lo que en ZP era cultural, en él está siendo institucional. En este proyecto socialista, la discordia social y la degradación institucional se retroalimentan.
De esta manera, y a pesar de los resultados electorales, se entiende el “no es no” a cualquier acuerdo con el Partido Popular. La voluntad de la gran mayoría de los españoles podría perfectamente encarnarse en las propuestas de pactos de Estado que Feijóo ha trasladado a Sánchez. Pero esa maldita distorsión sanchista -perdón, socialista- imposibilita cualquier “pacto de centralidad”. Como señalaba ayer el editorial de El Mundo, “Feijóo ofrece unos Pactos de la Moncloa y Sánchez elige el Tinell”. Se acabó. Ni regeneración democrática, ni reformismo económico.
La respuesta socialista no fue una sorpresa, pero su soberbia de vuelo gallináceo no deja de ser decepcionante. El PSOE se opone al entendimiento, porque en su proyecto político no queda ni rastro del bien común. Sólo hay objetivo común: el poder. Feijóo no fue ingenuo en su propuesta. El portazo socialista clarificaba una triste realidad: el felipismo había sido una excepción.
El PSOE auténtico es el de la ideología zapateril y la ambición sanchista. Es el desprecio a la democracia liberal. Es el sueño de una república confederal bananera. Es la involución. El PSOE auténtico es el que riega de recursos públicos a aquellos que quieren destruir España. No, la suya no es la España real, ni tampoco es la España plural. En todo caso, el PSOE y sus aliados representan el pluralismo de la anti España, la unión de aquellos que cuyo negocio es desunir.