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El día de las tentaciones  

Los resultados obtenidos por los partidos en estas elecciones municipales y autonómicas, no se pueden medir solo en clave de quién ha ganado o ha perdido, si no de quién está en disposición de pactar para gobernar. El día después de las elecciones suele ser el día de caer en las tentaciones de pactar, no con los partidos que más conviene hacerlo para retener o conseguir el poder, sino contra aquellos que uno considera que son competidores directos.

Muchos votantes esperan que sus partidos sean coherentes con la política de pactos, es decir, que los partidos de la derecha pacten con otros partidos de derechas y la izquierda con otros del mismo bloque de izquierda. En algunas ocasiones, la pretensión de pactar por coherencia puede no dar réditos a los electores y aleja a los partidos de su función más básica, que es la de llegar al poder para conseguir imponer su programa electoral.

Pactos

La decepción que tendrán muchos ciudadanos, al ver que sus partidos pactan con otros partidos que están lejos de su marco ideológico, solo podrá ser compensada si esos pactos no coherentes con su ideología definen acuerdos claros y públicos entre ellos para poder gobernar. La tentación de ser coherente se debería desvanecer si se prioriza hacer lo correcto para defender la posición de los electores.

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. EFE/ Zipi

Lo que buscan los ciudadanos es que los partidos sean útiles y eficaces, que operen sobre la lógica del bien común y del buen gobierno; una aspiración que no es posible alcanzar si se quiere mantener intacta la coherencia ideológica de partido. Si en la política española se hubiera primado la lógica del vencedor y perdedor, se hubiera ido a un modelo electoral de dos vueltas, como es el caso de Francia, donde se premia al vencedor.

En el caso de España, los resultados del día después no siempre deciden con toda certeza al ganador, sino quiénes están en mejor disposición para poder pactar con otros y lograr gobernar. Lo que se debería exigir a los partidos políticos es que pacten para lograr un gobierno estable y perdurable y que dejen de trazar líneas rojas con otras fuerzas, si respetan la Constitución y les hacen más fuertes.

Cada cuatro años, tras las elecciones municipales, se asiste al espectáculo de la lucha por los pactos, que debe ser vista, no como una renuncia, sino como un imperativo democrático al que hay que responder afirmativamente y no emboscándose en las siglas del partido.