La diplomacia científica, una apuesta de futuro
En los últimos años, y a raíz de retos como la pandemia, el cambio climático o la crisis de los semiconductores, ha adquirido fuerza el concepto de diplomacia científica, entendida como el conjunto de actividades para promover la colaboración bilateral y multilateral, a través del conocimiento, la ciencia, la tecnología y la innovación. Países líderes en I+D —como EE. UU., Reino Unido, Japón o Nueva Zelanda— llevan años trabajando esta dimensión de su política exterior, integrando la figura del asesor científico en sus respectivos Ministerios de Asuntos Exteriores.
Recientemente, Suiza ha iniciado un proyecto para protección de los corales en el Mar Rojo, reuniendo a una variedad de países de la región. Dinamarca y Francia, por su parte, ya cuentan con sus propios embajadores tecnológicos, marcando una nueva era para la diplomacia y la gobernanza digitales. México acaba de impulsar un nuevo Centro de Diplomacia Científica para Iberoamérica.
En la escena geopolítica global, la tensión entre Estados Unidos y China parece conducir a un desacoplamiento progresivo entre los dos gigantes económicos, agravado por el conflicto en Taiwán. Sin embargo, la diplomacia científica en ámbitos como el de la gobernanza climática podría ayudar a cerrar la brecha entre las dos grandes potencias, como ya sucedió durante la Guerra Fría entre EE. UU. y la Unión Soviética, a través del Tratado Antártico y la creación del Instituto Internacional para el Análisis de Sistemas Aplicados (IIASA).
La diplomacia científica en ámbitos como el de la gobernanza climática podría ayudar a cerrar la brecha entre las dos grandes potencias
Asimismo, la Unión Europea está impulsando una estrategia de diplomacia científica en el marco de su apuesta por integrar su sistema de investigación y educación superior en el ámbito de la cooperación internacional. Un reciente informe del proyecto de la Comisión Europea EU Science Diplomacy Alliance sitúa las bases del futuro de la diplomacia científica europea, en la que España ha jugado un papel protagonista.
Considerando estos nuevos paradigmas, hace cinco años, mucho antes de la pandemia y las discusiones cotidianas sobre el impacto de la inteligencia artificial, Barcelona ya se preparaba para poner su ecosistema del conocimiento al servicio de los grandes retos globales. En un proyecto de colaboración público-privada y de vocación internacional, los principales actores de la ciudad y del país se reunieron para posicionar Barcelona como la capital mundial de la diplomacia científica y tecnológica. Nacía SciTech DiploHub, el Hub de la Diplomacia Científica y Tecnológica, con el mandato de representar el ecosistema del conocimiento y la innovación de Barcelona en el mundo.
Para conseguir este objetivo, la entidad, con sedes en Barcelona, Washington, Ginebra, Ciudad de México y Bruselas, ha participado y representado el ecosistema en misiones, foros y conferencias globales en todo el mundo como la Red de Soluciones para un Desarrollo Sostenible (SDSN) y el Consejo Económico y Social (ECOSOC) de las Naciones Unidas, la Red Alianza de Salud Planetaria (Planetary Health Alliance – PHA) y la Red Internacional de Asesoramiento Científico Gubernamental (INGSA) del Consejo Internacional de la Ciencia (ISC).
También firma convenios de colaboración con los principales hubs e instituciones científicas, y es la primera ciudad del mundo con un Enviado Internacional para la Ciencia y la Tecnología frente a organismos multilaterales y gobiernos extranjeros. El impacto económico de la diplomacia científica y tecnológica de Barcelona se estima en más de cuarenta millones de euros.
Este mes Barcelona recibe a los rectores de las principales universidades europeas en el marco del Encuentro Europeo de Alianzas Universitarias. En octubre, la ciudad acogerá el Congreso Euromediterráneo de Diplomacia Científica, donde acudirán ministros y secretario de estado. Y a partir de 2024, la capital catalana será sede permanente del Foro Mundial de la Diplomacia Científica, coordinado por la UNESCO y otros organismos internacionales.
Además, el ecosistema del conocimiento de Barcelona cuenta con su propia red de talento científico internacional, la comunidad Barcelona Alumni. Con más de 2000 miembros en una treintena de países, esta red conecta a todos aquellos investigadores, científicos y expertos en tecnología formados en Barcelona y actualmente ocupando posiciones destacadas en centros de investigación, universidades, startups y empresas de todo el mundo.
El éxito de la nueva diplomacia científica y tecnológica dependerá de la integración de estas redes de talento en las estrategias de cooperación e influencia internacional.
El talento global es un activo de gran valor: permite impulsar proyectos internacionales de investigación y transferencia tecnológica y fomentar más y mejores intercambios científicos y empresariales, a la vez que nos sitúa como un lugar de referencia donde estudiar, investigar, invertir y emprender. El éxito de la nueva diplomacia científica y tecnológica dependerá, en gran medida, de la integración de estas redes de talento en las estrategias de cooperación e influencia internacional.
La ciencia y la tecnología se han erigido como los vectores fundamentales del cambio social y económico, así como de las relaciones internacionales. Sin los avances científicos y técnicos aportados por las diversas disciplinas del conocimiento, sería impensable mantener y mejorar los niveles de progreso, calidad de vida y crecimiento económico que nos hemos impuesto como objetivos para el siglo XXI. Ha llegado la hora de la diplomacia científica.