El mejor día de Pedro Sánchez
En el momento de escribir esta columna no tengo ninguna duda de que los ministros y diputados del PSOE y los de Podemos, o bien juntos o bien por separado, deben estar celebrando por todo lo alto la ocurrencia de Vox de presentar la segunda moción de censura de esta legislatura, esta vez con Ramón Tamames como candidato.
Hoy, gracias a la torpeza de Santiago Abascal e Iván Espinosa de los Monteros y la cobardía de otros miembros de su partido incapaces de detener este circo, las posibilidades de que el PSOE obtenga un resultado lo suficientemente decoroso en las elecciones municipales y autonómicas de mayo como para poder aspirar con alguna opción a la reelección en las generales del mes de diciembre han aumentado exponencialmente.
Y es que ni en el caso de que Pedro Sánchez dispusiera de tres vidas tendría tiempo suficiente como para devolver a Santiago Abascal todos los favores que le ha prestado presentando una moción de censura cuyo resultado final solo tiene un ganador: el actual inquilino del Palacio de la Moncloa.
Una moción de censura presentada en fraude flagrante del espíritu de nuestras leyes que además de constituir una aberrante falta de respeto a la constitución, a la nación y al pueblo español por parte de un partido que se dice, ¡ay!, constitucionalista, ha acumulado tantas torpezas por parte del partido proponente y del candidato fake a la presidencia del gobierno que necesitaríamos al menos una trilogía para dar cuenta todas ellas.
Porque si ya es de aurora boreal presentar una segunda moción de censura tras el ridículo espantoso de la primera, montar un numerito digno de una película de Sacha Baron-Cohen para elegir al candidato y seleccionar finalmente para tal fin al único ex-político español de más de 80 años cuyo ego no cabría en el estadio Santiago Bernabeu se escapa a cualquier calificativo que exista en la lengua de Cervantes.
Pero es que además la cosa no acaba ahí, la torpeza de Vox ha sido tal que en un escenario ya imposible se las han arreglado -y era difícil- para empeorarlo aún más mediante una sucesión de errores e inconsistencias indignas de un partido con alguna vocación de supervivencia. Verbi gratia:
-Un discurso de fundamentación de la moción torpe, mal escrito y peor interpretado por un Santiago Abascal que en lugar de aprovechar que el reglamento del congreso le otorga tiempo sin límites para este fin, parecía querer salir de allí cuanto antes.
-Una propuesta de programa de gobierno arcaica, deslavazada, triste y confusa pronunciada por un candidato sin credibilidad alguna ni posibilidades de llevarla a cabo como es Ramón Tamames, quien además ni siquiera ha querido, podido o sabido debatir con el presidente del gobierno -primero- y con su vicepresidenta -después-, prefiriendo al igual que Abascal acabar la sesión cuanto antes en lugar de aprovechar la cercanía de las 3 de la tarde para salir en directo en los telediarios, algo que hubiera conseguido de alargar sus intervenciones unos minutos. Algo de lo que se hubiera dado cuenta cualquier político de este país.
-Una estrategia parlamentaria de respuesta al resto de portavoces chusca, macarra y cerril y por tanto incompatible con cualquier partido sin los votos suficientes como para que sus propuestas se aprueben.
Frente a este circo de tres pistas, Sánchez ha aprovechado la situación como corresponde:
-Entrando a fondo, con tono duro y con la cuerna baja al cuerpo a cuerpo con Abascal para movilizar a su electorado frente al “peligro de la extrema derecha”. No se me rían, funciona.
-Cambiando radicalmente su tono con Tamames para convertirse en un hijo firme pero comprensivo ante las veleidades de un anciano un poco gagá.
-Engañando a Yolanda Diez para que, con el cebo de presentar el proyecto “sumar” ante el parlamento, sea ella quien asuma la parte más dura y faltona del discurso contra Tamames, con el coste electoral que ello supone.
En definitiva, Pedro Sánchez sale de la moción de censura más presidente, con más aire en sus pulmones, con su gobierno más cohesionado y presumiblemente con sus votantes más movilizados.
Y todo, gracias a Vox.