Sánchez agua la fiesta de PP y BNG y fuerza a los socialistas a lanzarse contra Vox
Sin tiempo para celebrar éxitos ni lamer heridas, Pedro Sánchez convocó elecciones generales el próximo 23 de julio presionado por la intensa pérdida de poder territorial del partido tras las municipales y autonómicas de este sábado. El presidente del Gobierno quiso evitar seis meses más de desgaste para el Ejecutivo, así como el ruido interno que provocará la pérdida de comunidades como Aragón, Extremadura, Comunidad Valenciana, Baleares o La Rioja. El golpe de efecto, entre la valentía y la temeridad, aplaca a los críticos de dentro y de fuera. Los ciudadanos decidirán el futuro del sanchismo antes de que se asiente el nuevo mapa del poder territorial.
El órdago de Sánchez fue bien asumido en Galicia, donde el PSdeG todavía estaba empezando a explicar el retroceso en las municipales con la pérdida de Santiago, Ferrol y la diputación de Pontevedra, aunque manteniendo feudos tan relevantes como A Coruña, Vigo o Lugo. En el partido que dirige Valentín González Formoso, quien consideró el adelanto como una muestra de «fortaleza y valentía democrática», aseguran que están dispuestos a «volcarse» en las generales, donde acostumbran a obtener mejores resultados en Galicia, lo que a su juicio explica que Alfonso Rueda descartara celebrar también las autonómicas el 23 de julio.
Las dos ideas sobre las que construirán su relato para las generales son: los resultados del PSOE no son especialmente malos en Galicia ni en España, sino que muestran un desgaste lógico de la propia acción de Gobierno en un contexto de pandemia, crisis energética, inflación y guerra en Ucrania. En el caso de Galicia, además, impidieron que el PP lograse hacerse con la alcaldía de Lugo y la diputación provincial, lo que entienden que era el principal objetivo de los populares para estas municipales. ¿Qué falló entonces? El espacio de Unidas Podemos y de Yolanda Díaz, que ahora, con el adelanto electoral, están obligados a ordenar su alianza.
Por otro lado, los socialistas gallegos asumen que la batalla de julio no será solamente contra el PP, sino contra la alianza de los populares y Vox, de la que dependen buena parte de las principales plazas autonómicas reconquistadas por los de Alberto Núñez Feijóo. «Se mantiene el Gobierno progresista o viene un vicepresidente de la extrema derecha», comentaban este lunes fuentes del PSdeG, donde se preguntaban cómo entendería Bruselas que la presidencia europea del Consejo de la UE llegase de la mano con Abascal.
Vuelve el relato de 2019, el miedo a la ultraderecha, pero con más dudas de que funcione. La nueva cita electoral, en todo caso, obliga al PSdeG a lanzarse contra Vox para asumir la dinámica de Ferraz, cuando la extrema derecha, en realidad, no tiene más que un diputado en Avión (Ourense) en las administraciones gallegas.
Rueda amaga con elecciones en el éxtasis del PP
Alfonso Rueda tiene el sabor de la victoria en los labios y el aval a su liderazgo en el bolsillo. El PPdeG tuvo resultados mejores en Galicia que los cosechados este domingo, pero corta la tendencia descendente de las dos últimas citas municipales, recupera más de 50.000 papeletas y, sobre todo, vuelve a gobernar en una ciudad de Galicia (Ferrol) y en la Diputación de Pontevedra, la provincia del propio Rueda, donde una de sus apuestas personales se perfila como próxima presidenta, Marta Fernández-Tapias.
La tendencia es buena para afrontar las generales y las próximas autonómicas, con la duda del control de la Diputación de Ourense, un granero muy importante de votos que cebaba Manuel Baltar, que se quedó a un diputado de la mayoría absoluta. La idea de volver a inundar Galicia con la imagen de Alberto Núñez Feijóo favorece a Rueda, que hizo curriculum a su lado, pero que todavía es menos conocido para la ciudadanía gallega. El vínculo es tan agradable para el PPdeG que incluso este lunes coqueteó con adelantar las elecciones autonómicas para hacerlas coincidir con las generales en una estrategia que también podría empujar a un adelanto en Castilla y León. Esta opción se acabó descartando.
«La estabilidad de Galicia no tiene precio. Vale mucho más que los intereses electorales de Pedro Sánchez. Los intereses de los gallegos están más distanciados que nunca de los del presidente del Gobierno. Hay muchos motivos para continuar esta senda de estabilidad», zanjó el presidente de la Xunta ante la junta directiva del PPdeG.
El éxito del BNG: no es una locura, es una marca
Salvo al espacio de Unidas Podemos y Yolanda Díaz, a nadie parece que las elecciones de julio le vayan mal, le cojan ocupado o con alguna mudanza por hacer. Sánchez llamó a las urnas y todos dijeron de acuerdo, estamos preparados. También el BNG, que, como el PP, estaba empezando a celebrar el crecimiento en las municipales y la conquista de la alcaldía de Santiago. «Es un no parar», bromeó Ana Pontón este lunes.
Los nacionalistas sumaron 61.000 papeletas a las obtenidas en 2019, el mayor crecimiento de cualquier partido en Galicia. A pesar de alguna pérdida dolorosa, como Ribadeo o Rianxo, el Bloque mantuvo sus plazas históricas, como Allariz o Carballo; y gobernará en una ciudad más que el PP, al añadir Santiago a la Pontevedra de Miguel Anxo Fernández Lores. En el partido destacaban ayer el éxito de las alcaldesas, haciendo referencia a Goretti Sanmartín (Santiago), Araceli Gestido (Cangas) o Cristina Cid (Allariz).
Con este punto de partida y como segunda fuerza en el Parlamento gallego, el BNG quiere ser decisivo en el Congreso, para tener «una voz reforzada, que defienda los intereses de los gallegos, libre de ataduras», dijo Ana Pontón. La portavoz nacional lanzó el mensaje de que quiere un grupo propio en Madrid, lo que supondría pasar de uno a cinco diputados, quintuplicar su representación. No es una idea nueva en la formación frentista cuando encara unas generales, pero en el partido parece ahora posible elevar su techo de votos tras el récord logrado en las autonómicas y el crecimiento de las municipales, unos comicios tradicionalmente adversos para la formación. Esa misma marca, la del grupo gallego en Madrid, también la exhibió En Marea, la desaparecida confluencia gallega de Podemos, en 2015.