‘Preciolepsia’: el precio es lo que importa
¡Ey Tecnófilos! Cuando uno escucha la palabra «preciolepsia», de inmediato se imagina algún tipo de patología o enfermedad clínica. Aunque esta palabra es en sí misma una invención, describe una realidad que muchos hemos experimentado, especialmente en el ámbito empresarial en España. Preciolepsia podría definirse como esa «enfermedad» donde lo que más importa es el precio. No la calidad, no el valor agregado, no el potencial de un producto o servicio. Simplemente, su coste.
Durante mis décadas de experiencia como empresario y tecnólogo, he notado una tendencia preocupante. Cada vez que un comercial visita una empresa en España, lo primero que el potencial cliente suele preguntar es: «¿Cuánto cuesta?». Las características, beneficios y ventajas del producto o servicio pasan a segundo plano. Este fenómeno se agrava aún más en el contexto tecnológico, dada la falta de familiaridad y comprensión de muchos en este campo.
Permítanme compartir una anécdota personal. Un colaborador mío, nacido en Bélgica, criado en Alemania, educado en USA y con más de dos décadas viviendo en España, una vez me dijo: “España es sin duda el mejor país que conozco para vivir, pero para hacer negocios tiene una enfermedad: el precio”. Esta simple frase resume un problema estructural que enfrentamos.
La tecnología, sin lugar a dudas, es uno de los pilares fundamentales para impulsar la competitividad de una empresa. Sin embargo, en España, muchas veces se percibe como un simple gasto y no como una inversión estratégica. Aquí surge mi lema: «Tecnologizarse o morir». Pero, lamentablemente, la «preciolepsia» impide a muchos ver el panorama completo.
En España muchas veces se percibe la tecnología como un simple gasto y no como una inversión estratégica
Michael Porter, uno de los teóricos de la gestión empresarial más reconocidos, habla de la estrategia de diferenciación como una vía para destacar en el mercado. En lugar de competir por ser el más barato, una empresa debe buscar ofrecer algo único. Sin embargo, para que esa diferenciación sea efectiva y valiosa, es esencial invertir en calidad, innovación y, sí, en tecnología.
Ahora bien, existe un efecto perverso y contrario a la «preciolepsia», impulsado también por el desconocimiento: la «tecnolujuria». Esta es la obsesión por adquirir la última tecnología simplemente por ser la más reciente, sin considerar si realmente aporta valor o si es adecuada para la empresa. Así, de un lado tenemos empresas que rechazan la tecnología por considerarla un gasto innecesario, y del otro, aquellas que la abrazan sin reflexionar, solo por seguir una tendencia.
Como empresario y tecnólogo, insto a las empresas españolas a erradicar la «preciolepsia». No podemos dejar que el precio sea el único factor determinante en decisiones tan cruciales. La tecnología, implementada correctamente, puede generar retornos significativos, pero para ello es necesario verla como una inversión a largo plazo. Al mismo tiempo, es vital educarse y capacitarse, para evitar caer en la trampa de la «tecnolujuria».
Dicho todo esto, creo que la clave para las empresas en España, y en cualquier lugar, es encontrar el equilibrio. Reconocer el valor intrínseco de las herramientas y servicios que adquieren, más allá de su etiqueta de precio, y educarse para tomar decisiones informadas. Solo así podremos superar la «enfermedad del precio» y construir empresas más sólidas, competitivas y sostenibles.
¡Se me tecnologizan!