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La sociedad civil española: ¿anestesiada ante el poder político?

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A lo largo de varios años, he participado activamente en diversas organizaciones de la sociedad civil, con el propósito de contribuir al bienestar de la sociedad. Durante este tiempo, he sido testigo de los desafíos que enfrentan en su esfuerzo por mantener su autonomía en un entorno donde el poder político a menudo ejerce una influencia considerable.

En la búsqueda de independencia financiera, la renuncia a subvenciones que puedan limitar la libertad y la organización de eventos sin sesgos partidistas son esfuerzos arduos y continuos. Sin embargo, he llegado a comprender la importancia fundamental de estas organizaciones de la sociedad civil en la promoción de una sociedad diversa y crítica.

Su capacidad para ofrecer perspectivas variadas y actuar como voces críticas frente a las decisiones de nuestros líderes políticos es esencial para enriquecer el panorama informativo y garantizar una pluralidad de opiniones.

En este artículo, me propongo destacar la relevancia que tienen las organizaciones de la sociedad civil en nuestra sociedad. Su autonomía y su libertad para expresar las voluntades y opiniones de sus miembros desempeñan un papel crucial al proporcionar un contrapeso al poder y contribuir a una toma de decisiones más informada y equilibrada.

1. Antecedentes

España es un país con una rica historia de activismo político y participación ciudadana. Sin embargo, en las últimas décadas, hemos sido testigos de un cambio significativo en la participación pública de la sociedad. Cada vez más, la ciudadanía parece estar anestesiada, desvinculada de la toma de decisiones políticas y dejando el poder en manos de partidos que, en muchos casos, parecen ser más empresas empleadoras que representantes del pueblo. Examinaremos la situación de la sociedad española y cómo la escasa participación ha llevado al auge de partidos políticos alejados de la realidad de la ciudadanía.

Hemos experimentado en España cambios políticos y económicos significativos en las últimas décadas. Sin embargo, en medio de estas transformaciones, muchos ciudadanos consideran que la sociedad civil española está adormecida, pasiva ante un poder político que a menudo parece burocrático y alejado de sus necesidades. Un elevado esfuerzo fiscal, alto nivel de desempleo, una administración mastodóntica, representantes públicos poco formados y partidos políticos que se asemejan más a empresas de colocación que a entidades representativas de la sociedad.

Uno de los puntos más apremiantes para la sociedad civil española es la creciente carga impositiva. Los impuestos, si bien necesarios para financiar servicios públicos, a menudo parecen pesar en exceso sobre los hombros de los ciudadanos. Este alto esfuerzo fiscal se siente de manera más intensa en los estratos económicos medios y bajos, lo que lleva a una disminución de la calidad de vida y a la percepción de que el esfuerzo de trabajo se traduce en pocas recompensas.

Otro punto de inquietud es el uso de subvenciones a asociaciones civiles y colegios profesionales para mantener un control sobre ellos y evitar la crítica. En lugar de fomentar un ambiente de debate abierto y crítico, estas ayudas públicas pueden llevar a la autocensura, lo que socava la salud democrática y el derecho a la libre exposición de las ideas.

2. Participación ciudadana en declive

La participación ciudadana es un pilar fundamental de cualquier democracia saludable. En España, a lo largo de su historia, ha habido movimientos políticos y sociales que han luchado por los derechos y las preocupaciones de las personas. Sin embargo, en los últimos años, se ha observado una disminución significativa en la participación de la sociedad en la toma de decisiones políticas.

Uno de los factores clave detrás de esta disminución en la participación es la creciente desconfianza en las instituciones. Escándalos de corrupción, falta de transparencia, escasa formación de nuestros representantes y el incumplimiento de promesas electorales han erosionado la fe en sus representantes. Como resultado, muchos ciudadanos se sienten desencantados y alejados de nuestros representantes.

Para revertir esta tendencia preocupante, es esencial que la sociedad española se involucre activamente en la actividad pública. La participación ciudadana no debe limitarse a las elecciones generales o locales, sino que debe extenderse a la vigilancia constante de las acciones de los representantes electos agrupándose en asociaciones de carácter civil que hagan llegar sus propuestas.

Mejorar estos aspectos es fundamental para ayudar a restaurar la confianza en las instituciones. Los ciudadanos deben exigir a sus representantes que rindan cuentas por sus acciones y que se comprometan a trabajar en beneficio de la sociedad en su conjunto, no solo de su propio interés.

3. Partidos políticos como empresas empleadoras

Otro fenómeno preocupante en la sociedad española es el surgimiento de partidos políticos que parecen alejados de las necesidades y preocupaciones de la población. En lugar de ser vehículos de representación ciudadana, estos partidos a menudo se comportan como empresas empleadoras. Su principal objetivo parece ser mantenerse en el poder y beneficiar a sus líderes y allegados.

Estos partidos tienden a estar más preocupados por la consolidación de su base de poder, la distribución de cargos y favores entre sus miembros, que por la implementación de medidas que beneficien a la sociedad en su conjunto. Como resultado, los ciudadanos ven que sus necesidades son ignoradas, lo que perpetúa la desconexión entre nuestros representantes y la realidad cotidiana.

La percepción de que los responsables políticos están más interesados en mantener el statu quo que en abordar los problemas cotidianos de la sociedad es un punto crítico. Los ciudadanos sienten que se enfrentan a un poder político burocrático, escasamente formado y poco ejecutivo. La falta de acción efectiva en temas como el desempleo, tecnología, demografía, independencia de la justicia, separatismo, educación o sanidad crea descontento, falta de confianza y frustración.

Los partidos políticos se han convertido en grandes empresas de colocación de personas leales en lugar de instituciones representativas es una preocupación válida, basta con ver la cantidad de asesores de libre designación con los que cuentan cada uno de ellos y la desproporcionada cantidad de ayuntamientos que tenemos. Los ciudadanos esperan que los partidos estén comprometidos con el bienestar de la sociedad, en lugar de priorizar la lealtad partidista. Este fenómeno puede conducir a la falta de diversidad de opiniones, eliminación de la meritocracia y al consecuente estancamiento político.

Es preciso detenerse en la excesiva estructura de la administración pública, dos ejemplos bastan para acreditarlo. Por una parte, tenemos en España más de 8.100 municipios, de los cuales el 72% no supera los 2.000 habitantes, mientras que Alemania los redujo de 25.000 a 8.400, con casi el doble de población. Por otro lado, el número ingente de asesores de libre designación que tienen los respectivos presidentes y alcaldes, solamente el presidente del Gobierno tiene más de 350.

¿Se imaginan los directores generales de las empresas españolas con 350 asesores cada uno?

Los programas electorales que nunca se cumplen, la mentira continua como hábito de todos ellos, la falta de una estrategia clara ante la exponencialidad tecnológica, la mastodóntica administración pública que a pesar del incremento de la tecnología no para de crecer, la escasa transparencia en aspectos fundamentales que nos afectan directamente, los fondos europeos que nunca llegan al 99% del tejido empresarial…

Además, la agenda política a menudo parece centrarse en cuestiones que no afectan directamente a la sociedad, lo que aumenta la sensación de desconexión entre los políticos y el pueblo. Son muchos los debates que observamos en el Parlamento que abordan cuestiones que nada tienen que ver con nuestras necesidades, obedecen, más bien, a sus intereses partidistas. Que decir de la “diarrea legislativa” que padecemos, imposible de cumplir y que limita el desarrollo de la actividad empresarial. Está claro que la necesidad de una mayor cercanía y empatía por parte de los líderes políticos es evidente.

4. Conclusión

Nos encontramos los españoles en un momento crucial. La falta de participación en lo público y el auge de partidos políticos que parecen ser más empresas empleadoras que representantes del pueblo son desafíos significativos que deben abordarse. La recuperación de la confianza en las instituciones y la restauración de una auténtica representación ciudadana requieren un esfuerzo colectivo.

La sociedad española debe recordar su rica tradición de activismo político y reclamar un papel activo en la toma de decisiones públicas. Solo a través de la participación y la responsabilidad de los ciudadanos se podrá garantizar que las decisiones públicas sirvan a los intereses de la sociedad en lugar de perpetuar la desconexión y la desconfianza que prevalecen en la actualidad.

Nos enfrentamos a varios desafíos en estado de anestesia y más distantes que nunca de la toma de decisiones que nos afectan. El alto esfuerzo fiscal, la falta de respuestas efectivas por parte de nuestros representantes, la fata de estrategia ante el desarrollo tecnológico, la inexistente reducción de la administración del Estado, el control a través de subvenciones y la percepción de los partidos políticos como empresas de colocación son cuestiones que requieren una evaluación crítica y un esfuerzo por parte de todos para despertar y participar activamente en el proceso político. La vitalidad de la democracia española depende de la participación y el compromiso de los españoles.

Porque “la política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso, y aplicar después los remedios equivocados”, según el maestro Groucho Marx.

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