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Jaque Putin

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Antes de nada, para los que piensen que el título de este artículo alude a que el mandatario ruso está perdiendo o a punto de caer, precisamente pretendo decir todo lo contrario. Concretamente, que no sé si en materia de geopolítica, como dice el refrán, nos la estará «dando con queso». Me refiero a la guerra de Ucrania, ya que puede que sea la «cortina de humo» de un plan mucho más pérfido y descomunal de este auténtico Maquiavelo de nuestro tiempo.

En esta suposición, sobre todo, sigo los contenidos de sendos documentales de La noche temática, emitidos este 25 de febrero, Hambre y La fiebre del oro sucio de Moscú, englobados bajo el título común de «Trigo y oro, las armas de la guerra» (continúo) que Putin está llevando a cabo, además de la más mediática invasión del país vecino.

De ahí que, por ejemplo, haya atacado centros estratégicos de producción, distribución y consumo del trigo ucraniano, de lo que dependen muchos países, como Líbano o Yemen, pero que afecta a casi todo el mundo, con las consabidas subidas de prácticamente todos los alimentos, empezando por el más básico, como es el pan. Además, bloqueó la única salida por mar de Ucrania, colapsando con ello el almacenamiento y suministro de este grano. Aunque luego lo desbloquease, en lo que puede leerse, quizás, como un aviso de lo que puede o está dispuesto a hacer y hasta dónde o con qué consecuencias.

«En esta otra guerra apenas ha tenido respuesta o réplica, es decir, está actuando impunemente y las consecuencias son mucho más catastrófica»

La cuestión es que en esta otra guerra apenas ha tenido respuesta o réplica, es decir, está actuando impunemente y las consecuencias son mucho más catastróficas. Según los responsables de la ONU, solo con este boicot alimentario está afectando a 240 millones de personas, que ya están por debajo del umbral de subsistencia, esto es, el doble que antes de la contienda (algo que todavía no ha logrado ninguna arma o guerra). A lo que cabría añadir todo lo que está repercutiendo en el resto de la población, pues solo hace falta comprobar cómo ha subido la cesta de la compra. 

Asimismo, para completar su estrategia, ha preparado un sistema financiero alternativo, basado en el oro. Como prueban los movimientos de acumulación de este metal previos a la invasión de Ucrania, su presencia militar y concesión de minas en Sudán, República Centroafricana y Mali, así como la aceptación que está teniendo este sistema en otros países (34, la mayoría africanos, se abstuvieron en la resolución de condena de la ONU cuando la invasión de Ucrania), o para lavar dinero, especialmente procedente del narcotráfico. Por lo que, entre otros efectos, los bloqueos económicos que se le están aplicando a Rusia, además de previstos, puede que indirectamente le hagan un favor a Putin, por ejemplo despejándole más aún su camino de oligarcas, mientras que se erige en referente de otro tipo de economía, ya denominada «economía del boicot».

Pero si esto sale en la tele y se supone que antes lo saben los servicios de inteligencia, la pregunta es por qué está operando o llevando a cabo impunemente esta estrategia. Para lo que recurro a la memoria histórica en busca de una posible explicación, ya que me recuerda cuando «hicieron la vista gorda» desde la Iglesia hasta la Cruz Roja frente a la «solución final» y los campos de exterminio nazis. Siendo que, en este nuevo holocausto, parece ser que los especuladores bursátiles, tanto en el mercado de alimentos o de activos de ámbito energético, están ganando insultantes cantidades y, como también dice el refranero al que me gusta recurrir, ya sabemos que «poderoso caballero es don dinero».

Si añadimos la posición de China, los pocos amigos creados por Estados Unidos en su prepotente política exterior, desde Venezuela o Cuba a todo Oriente Medio y buena parte de Asia, más las (malas) huellas dejadas por los colonialismos europeos, entonces puede que estemos no ante «el yin y el yang» de la humanidad, sino de dos bloques políticos antagónicos, y uno de ellos con bastantes ganas de erradicar la hegemonía norteamericana, lo que también afecta a sus tradicionales aliados y seguidores.

También sabemos que el ajedrez es más que un deporte entre los rusos, lo que me vale para establecer cierto paralelismo con lo que está pasando. Pues, sin ser un experto, mucho me temo que estemos ante una partida de geoestrategia en la que cada vez esté más cerca el jaque por parte de este maquiavélico Karpov de la política. Ya que, mientras occidente se centra en cuestiones como el envío o no de armas a Ucrania, embargos de cuentas y yates y otros menesteres por el estilo, este ex-agente de la KGB parece que encuentra bastantes posibilidades para imponer su dogmatismo.

Pieza clave en esto es el pequeño país de Emiratos Árabes Unidos, «la nueva Suiza», que no mira ni pregunta ni le importa de dónde viene el oro y que ha recibido con los brazos abiertos el sistema ruso y se está convirtiendo en una meca financiera para muchos más actores. Lo que aprovecho, ya que también soy aficionado a los juegos de palabras y recordando aquello del saludo característico en el Imperio romano de Ave César, para, en lugar de Jeque, llamarle «Jaque Putin».

Por eso el título de este artículo, que intenta conjugar ambas caras de este sátrapa que, como otros, va de emperador y, además y como representante que se erige de lo ruso, estaría orgulloso de aportar una nueva denominación estratégica al ajedrez.

Sobre todo tras el éxito de la serie Gambito de dama, sabemos que también existe la «apertura siciliana» o la «defensa eslava», muy apropiada para lo aquí tratado. Pero desconocía que hay otra táctica que se denomina «la clavada», que me parece encaja mucho a este respecto. Pues me parece que en geoestrategia política, recurriendo de nuevo a un dicho, tan impropio, pérfido y soez como la situación, el «jaque putin» consistiría en «meterla doblada».

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