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Cambio de ciclo en el marisqueo gallego: los hombres ya representan un tercio de los permisos

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El marisqueo gallego se hizo viral en redes hace un par de semanas. María Fontán, productora de O Grove, subió un video en Instagram donde mostraba la dureza de una jornada laboral en la que el viento, la lluvia y las mareas complicaban la extracción de bivalvos. Fontán retransmite habitualmente a través de su perfil Mariscadora 2.0 la visión más cotidiana de una profesión que representa un elemento identitario de la comunidad. Se trata de una actividad que tiene lugar en muy pocos lugares del mundo y que, históricamente, ha sido desarrollada por mujeres.

En la última década la actividad marisquera ha sufrido diversos cambios, entre ellos, la irrupción cada vez mayor de hombres en las tareas extractivas. Así se desprende del artículo La desfeminización del marisqueo en Galicia de Fernando González Laxe publicado en la revista Ruta Pesquera.

González Laxe señala que la actividad está experimentando una “ligera desfeminización , apreciándose un descenso paulatino del número de mujeres”. Estos cambios singulares tienen una explicación derivada de “la crisis económica, los niveles de incertidumbre, de la capacidad de creación de empresas en el entorno y de la dificultad de desplazamiento de la población”. 

Con todo ello, y según los datos proporcionados por el Instituto Galego de Estadística, los hombres representaban una novena parte de los permisos de marisqueo en 2009. La cifra se ha incrementado en doce años hasta acumular en 2021 un tercio del total. Esto se traduce en que las mujeres mariscadoras han perdido en este tiempo más de mil puestos de trabajo en el sector, “el equivalente a un tercio” en este periodo.

El grupo mayoritario de hombres dedicados al marisqueo se sitúa entre los 30 y los 50 años. Así, este segmento ha pasado de acumular 258 permisos en 2009 a 579 en 2021. Por debajo de los 30 años, el número de varones dedicados a tareas extractivas también se duplicó pasando de 32 a 68. 

González Laxe hace hincapié en cómo  en los “estratos de edad más elevada (más de 50 años)” la participación de los hombres ha ido en aumento en la última década. “Sugiere dicha dinámica como si las decisiones de jubilación anticipadas o las situaciones derivadas de las reestructuraciones empresariales estimulasen en los hombres una nueva vocación o de empleo complementario: el de dedicarse al marisqueo”. Así, el registro de permisos ha pasado de 106 hombres mayores de 50 años en 2009 a 305 en 2021.

Situación diferente viven las mujeres del mismo grupo de edad cuyas licencias han descendido en casi mil personas en una década pasando de 2.333 en 2009 a 1.454 en 2021. “En suma, una actividad de fuerte tradición histórica que empieza a mostrar rasgos de transformación y adaptación a nuevas circunstancias”, subraya González Laxe..

Sin relevo generacional

A pesar del incremento del número de varones dedicados al marisqueo, lo cierto es que el sector asiste a “un fuerte envejecimiento”. En términos generales, el mayor volumen de permisos lo ostentan mujeres de más de 50 años (1.454). También hay que tener en cuenta el descenso general del volumen de población en doce años: de 4.281 personas se ha pasado a 3.676 en 2021.

La extracción o recolección de molusco –a pie o a flote– es una de las artes tradicionales de pesca que sigue viva gracias al marisqueo. Se trata de una tarea que, por norma general, las mujeres han desarrollado al tiempo que desarrollaban otras actividades de limpieza, siembra y vigilancia “para evitar los abusos en la extracción del producto que pongan en peligro a los bancos marisqueros”, explica González Laxe. 

“Las mariscadoras son un punta de la economía, la sociedad y la cultura de Galicia. Ha dejado de ser una actividad de apoyo a la economía familiar para ser un medio de vida cada vez más valorado- El marisqueo es, a día de hoy, una profesión conocida, que permite que muchas de estas mujeres puedan ser las principales proveedoras de las rentas de su unidad familiar”.

Según explica el autor estas mujeres han tenido que llevar a cabo durante años un programa de estrategias productivas, económicas y organizativas para llegar a alcanzar esta situación actual. En este sentido, las autoridades públicas “apoyaron la profesionalización del sector” y el fomento de la “concienciación de cara a la necesaria autoorganización”. Este escenario ha propiciado un “fuerte asociacionismo”, rasgo fundamental para el desarrollo y mejora de la actividad.

Entre estas fórmulas asociativas, la más extendida son las Cofradías de Pescadores y, dentro de ellas, las agrupaciones sectoriales llamadas Agrupaciones de Mariscadoras. Según explica González Laxe, estas entidades realizan actividades relacionadas con la dirección, gestión y control de los recursos, además de planificar el proceso productivo en función de un plan de explotación establecido por la administración pública. 

“Para llegar a la situación actual, las mariscadoras han tenido que pasar de pensar con una mentalidad individual a hacerlo con una mentalidad colectiva; a convertir varias voces dispersas y silenciosas en una sola voz común que vele por sus derechos y reclame mejoras y avances para esta profesión. Por lo que, merced al asociacionismo, las mariscadoras han conseguido metas que jamás hubiesen conseguido de forma individual”, expone González Laxe.

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