Naturgy, Ferrovial y ahora Telefónica: el Gobierno, impotente ante el IBEX
El capital español pierde cada vez más peso en las grandes compañías de un país que en menos de 20 años 'ha perdido' a sus líderes de la electricidad, la aviación y las autopistas y ve como fondos extranjeros controlan desde energéticas hasta alimentarias
Nubarrones sobre Telefónica. Saudí Telecom (STC) emerge como primer accionista y, aunque asegura que no quiere tomar el control, es una empresa industrial, no un inversor, despierta tantas dudas que hasta José María Álvarez-Pallete se ha trasladado al país árabe para hablar con los dirigentes saudíes, que controlan (STC).
Pero Telefónica, aunque es una de las grandes multinacionales de nuestro país, no es un caso aislado, sino todo lo contrario, es la culminación de una paulatina pérdida de influencia española en las empresas importantes del país, con un Gobierno impotente que asiste impasible a este proceso que acumula decenas de casos en los últimos años solo entre las grandes empresas.
Naturgy, opada por un fondo australiano en contra de los accionistas españoles, o Ferrovial, que directamente ha abandonado el país, son los dos casos más recientes de movimientos accionariales negativos para los intereses de España que el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha dejado pasar. En estos dos casos, con declaraciones de gravedad y advertencia, incluso amenazas, pero nada tangible, ni que impidiese la pérdida de poder ni que incitase a retenerla.
El caso de Telefónica, además, de momento la posición del Gobierno está siendo más que benevolente. Nadia Calviño subrayó este miércoles tanto que defenderá los intereses españoles como que debe velar porque vengan inversiones extranjeras al país. Confió, además, en las intenciones de STC, controlada por un gobierno con el que Moncloa mantiene buenas relaciones diplomáticas, que se trasladan a lo comercial.
En Naturgy, el Ejecutivo intentó imponer duras condiciones para garantizar la ‘españolidad’ de la compañía, pero al final fue la disconformidad del resto de propietarios de sus títulos y la ofensiva iniciada por Criteria Caixa, su principal accionista con el 26,7% del capital, quien frenó el crecimiento del fondo IFM.
En 2021, lanzó una opa para ampliar su control sobre la firma, con la intención de alcanzar el 22,69% del capital. Al final, la opa se saldó con una aceptación del 47,7% de los accionistas, por lo que se quedó solamente con el 10,84% de los títulos. Sin embargo, el fondo australiano ha retomado su escalada dentro del accionariado de Naturgy y ya alcanza el 14,5%, según datos de la empresa a cierre de julio, después de la compra de pequeños paquetes de acciones.
GIP y CVC, los otros dos accionistas con más peso en la compañía presidida por Francisco Reynés, también son fondos internacionales, con sedes en Estados Unidos y el Reino Unido, respectivamente. El primero compró el 20% de la compañía a Repsol y al holding de La Caixa en 2016, mientras que el segundo se quedó con el otro 20% que todavía tenía la petrolera en 2018, poniendo punto y final su participación en la compañía de origen catalán.
Incapaz de frenar la marcha de Ferrovial
Por lo que respecta a Ferrovial, no hubo implicación alguna de socios externos, y fueron los principales accionistas del grupo, la familia del Pino, quienes decidieron trasladar su sede a los Países Bajos ante la impotencia del Gobierno de Pedro Sánchez. En ese momento, los propietarios de la constructora fueron acusados de desleales por el propio Ejecutivo, mientras que Calviño, presionó, sin éxito, a la familia fundadora para que no se marcharan de España.
Al final, los del Pino se hicieron con la suya, convencieron al resto de accionistas, e instalaron la sede de la constructora en Holanda. Las razones del traslado, argumentaron entonces, radican en el hecho que el país tiene un marco jurídico “estable”, una calificación de la deuda positiva y que cotizar en la bolsa neerlandesa supone los procesos para entrar, posteriormente, en Wall Street.
Repsol, Abertis, OHLA… en manos extranjeras
Estos tres ejemplos son los casos más sonados vividos en España recientemente, pero si se echa la vista atrás aparece un patrón de pérdida de poder del capital nacional en grandes corporaciones de diferentes sectores.
Repsol, que al igual que Telefónica nació como una empresa pública y se privatizó a lo largo de los 90, tiene Blackrock como su primer accionista (5,48%), seguido de Norges (3,25%) y Santander (3,21%). La española Sacyr salió de su accionariado en junio de 2022, tras una participación que duró 16 años, al vender el 2,9% que le quedaba, pero había llegado a tener el 20% en 2006.
Previamente, ya había salido de la petrolera Caixabank: en septiembre de 2018 anunció que iniciaba la venta de su histórica participación, después de 22 años en la empresa. En ese momento era del 9,36% y la fue reduciendo hasta salir totalmente en julio de 2019, dejando solo a Sacyr como accionista de referencia.
Un año antes, OHL, la histórica constructora de Juan Miguel Villar Mir, pasó a manos mexicanas. El veterano empresario, tras las pérdidas derivadas de la crisis del ladrillo, vendió una participación en 2015 a los hermanos Amodio, que fueron subiendo hasta convertirse, en 2021, en los principales accionistas con más del 25%. Fue entonces cuando tomaron el control y la gestión de la constructora, que rebautizaron como OHLA.
Retrocediendo todavía más en el tiempo, en 2018 no faltaron las adquisiciones de inversiones internacionales sobre tradicionales empresas, en este caso de origen catalán. Fue el año en qué Abertis se convirtió en italiana, cuando la opa de Hochtief y Atlantia terminó con la histórica participación de La Caixa, que en ese momento era del 21,55%. El resto estaba en fondos y pequeños accionistas.
Si bien es cierto que el capital español no se ha debilitado, pues ahora el 50% menos una acción es de la española ACS y su filial alemana, Hochtief, sí hay una pérdida de influencia en la gestión. Antes de los cambios en la estructura del capital, mandaba La Caixa, mientras que ahora las decisiones las toma la italiana Mundys, la antigua Atlantia, propiedad de la familia Benetton.
También con esta opa acabó la corta etapa de la vida de Cellnex bajo capital nacional. Abertis sacó a bolsa en 2015 su filial de telecomunicaciones bajo el nombre Cellnex Telecom, con una participación mayoritaria del 34%, mientras que La Caixa controlaba un 5%. Cuando su empresa madre cambio de manos, la torrera dirigida por Marco Patuano pasó a pertenecer a Edizione, también propiedad de los Benetton, y a varios fondos. La Caixa mantiene un 4,7%.
Por otro lado, el año 2018 fue una revolución para las cavistas catalanas. En marzo, Henkell compró el 50,7% de Freixenet por 220 millones de euros después que las familias Hevia y tres ramas de los Bonet aceptaran la oferta de la filial vinícola de la alemana Dr. Oetker. Solo dos meses más tarde, el fondo estadounidense Carlyle se hizo una participación mayoritaria de Codorniu tras pagar 390 millones a la rama familiar representada por Mar Raventós; a los Pagés Font, y Xavier e Isabel Ferrer Urrutia.
En 2017, Dia y Pronovias protagonizaron los principales cambios en el accionariado dentro del empresariado español. Letterone, entonces controlada por el magnate ruso Mikhail Fridman, entró en la distribuidora con el 10%, pero después de una opa de 2019 se situó en el 70% y actualmente tiene el 77,7%. En 2017 los principales accionistas ya eran fondos de inversión, pero la presidencia y el CEO eran españoles.
Pronovias, Panrico, FCC…
Por su parte, Alberto Palatchi, fundador de la empresa líder en el marcado nupcial, vendió Pronovias por 550 millones de euros al fondo británico BC Partners. El año pasado, volvió ca cambiar de manos: Bain Capital y MV Credit, sus principales acreedores, se hicieron con la mayoría del accionariado de la tras un proceso de conversión de deuda en capital.
Un año antes, la mexicana Bimbo compró Panrico al fondo británico Apax Partners, después que la familia Costafreda se la vendiera en 2005. Fue también en 2016, cuando la familia fundadora de Prisa, los Polanco, dejaron de ser los primeros accionistas del grupo de medios de comunicación, superados por Amber, entonces con un 7,6%. Ahora, el fondo dirigido por el empresario armenio Joseph Oughourlian ya es el accionista mayoritario con el 29,6%, mientras que el grupo francés Vivendi tiene un 11,8%. El mexicano Carlos Slim tiene otro 7%, el emir de Qatar, Al Thani, el 4,9%, y el empresario mexicano Carlos Alcántara Rojas, el 4,8%. Telefónica vendió en 2022 su 7% a un grupo de empresarios cercanos a Moncloa.
Hablando de Slim, a medidas de los 2010’ entró en FCC directamente como primer accionista, con una participación del 25,6%, pero Esther Koplowitz se mantuvo con una posición importante hasta que, a mediados de 2020, le traspasó un 15% al empresario mexicano para liquidar deuda. Slim pasó a controlar el 77% y la empresaria española, solo el 4,6%.
Los últimos ejemplos de como inversores internacionales han ido ganando poder en grandes corporaciones españolas ya se remontan a hace más de una década. Iberia paso a ceder parte de las decisiones operativas al Reino Unido después de fusionarse con British Airways y crear IAG, en 2011. En el mismo año, el fondo de Abu Dhabi IPIC se hizo con el control del 100% de Cepsa tras comprar a Total su 48,8% en el capital. Carlyle adquirió el 37% de las acciones en 2019 tras llegar a un acuerdo con los emiratís.
Dos años antes, en 2009, Acciona vendió el 25% del capital de Endesa que poesía a Enel, alcanzando el control total de la e española con el 92% de las acciones. También entre las eléctricas, hace muchos años que las entidades financieras vascas perdieron presencia en el capital de Iberdrola. En 2005, BBVA decidió empezar a vender su 8% y dejó a BBK como primer accionista, con algo más del 7%, una participación que paso a la fundación BBK Kutxabank tras la fusión de ambas cajas. Dicha fundación mantuvo una posición significativa en la energética (más del 3%) hasta 2017, cuando se diluyó entre los accionistas relevantes, dejando solo a Qatar (8,69%), Blackrock (5,29%) y Norges (3,65%).