Los súpers vaticinan un bajón del volumen de ventas por la inflación y la caída del ahorro
Dos de cada tres empresas impulsaran oferta y promociones para dar un empujón a la actividad comercial
El año pasado las principales empresas del sector de la distribución dispararon los ingresos hasta alcanzar récords gracias a las subidas de precios. Sin embargo, esto no quiere decir, ni mucho menos, que aumentaran sus beneficios o que vendieran más productos. De hecho, ni lo primero ni lo segundo, ya que, absorbieron parte del incremento de los costes de producción y el consumo inició una tendencia descendente.
Esta dinámica no parece que vaya a cambiar en un corto plazo, en un contexto marcado por el menguante poder adquisitivo de los consumidores y el aumento generalizado del IPC, que, si bien se ha moderado, ha crecido en un 2,4% en lo que va de año. En este sentido, el sector del retail vaticina una caída continuada del volumen de ventas por la inflación y la disminución del ahorro de las familias en los próximos meses.
Según el Comité de Estrategia Comercial y Marketing de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC), formado por empresas líderes del gran consumo, la bajada de las ventas en volumen es la principal preocupación de las empresas que ejercen esta actividad económica y no existe la previsión de que esta dinámica vaya a revertirse en la segunda mitad del 2023. De hecho, de cara al cierre del año, el 39% de las compañías de la distribución prevén que las ventas en volumen caerán en un 5%, mientras que un 28% más cree que el registró quedará estancado. El tercio de empresas restantes es más optimista y considera que aguantará el golpe y podrá vender más mercancías.
El principal factor que condicionará la evolución del consumo es la inflación. El barómetro de la patronal segura que el 70% de las compañías cree que los compradores se verán más afectados por la caída de su poder adquisitivo en los próximos meses, condicionando su capacidad de gasto. Sobre esto, el profesor de IESE, José Luis Nueno, ha analizado en su libro Todo es terrible, pero yo estoy bien, editado por la organización empresarial, el comportamiento de 250.000 compradores y ha llegado a la conclusión de que existe un saldo negativo entre los ingresos y el gasto medio de las familias españolas, dado que “los salarios crecen más lento que la inflación”.
Según su estudio, un asalariado gana de media en España 19.800 euros, pero desembolsa cerca de 22.600 euros anuales, por lo que deben de recurrir a ahorros, créditos o al apoyo económico de sus familiares para afrontar todos sus gastos. Sin embargo, estos fondos cada vez escasean más, ya que el ahorro generado durante el covid empieza a terminarse: “Durante la pandemia, la tasa de ahorro subió al 21% y ahora está sobre el 9%. Este ahorro embalsado se está agotando y es un problema”, añade el catedrático. Todo esto podría contraer más el consumo.
Más ofertas y marca blanca
Para tratar de corregir esta tendencia, el 73% de las empresas cree que en el segundo semestre del año crecerá la actividad promocional, con el objetivo de incrementar los volúmenes de venta. Además, la previsión es que la marca blanca siga ganando presencia en las cestas de la compra, ya que, por lo general, los compradores las perciben como las opciones más baratas o con la mayor relación calidad-precio.
Nuno asegura que, si se deflactan, la mayoría de las categorías de consumo pierden ventas en volumen. En la otra cara de la moneda, y aunque pueda ser paradójico, las ventas de productos que pueden no ser de primera necesidad se han mantenido al alza.
El crecimiento del empleo y la incorporación de jóvenes al mercado laboral ha permitido que, con sus propios ingresos, gasten dinero en restauración, viajes de bajo costo o moda. “Curiosamente, son categorías que los consumidores dicen que van a recortar cuando dicen la intención, pero, a la hora de la verdad, el gasto real va disparado”, concluye el profesor. El crecimiento de estos bienes y servicios se debe, básicamente, al efecto retorno después de la pandemia.
Por último, tampoco hay que olvidar el impacto que ha tenido la inflación en las cuentas de los fabricantes y distribuidores, sobre todo de los primeros. Mientras que la industria agroalimentaria y los elaboradores productos de primera necesidad ya vieron como sus márgenes se desplomaban en 2022 pese a disparar la facturación por el aumento de costes, los supermercados se enfrentaron a bajones menos pronunciados. Sin embargo, Nuno considera que es un fenómeno que se intensificará “en breve” para el comercio detallista.