La gran empresa rechaza volver a Cataluña y se blinda ante las presiones del Gobierno
Caixabank, Sabadell, Naturgy, Cellnex y las empresas catalanas que trasladaron la sede a otras partes de España tras el 1-O ven electoralismo en Raquel Sánchez y se mantienen inamovibles
Inamovibles. Así se muestran las empresas catalanas que huyeron tras el 1-O con respecto a la opción de volver. En sentido literal y figurado: ni se plantean el retorno pese a las presiones del Gobierno ni ha cambiado su discurso respecto al que llevan más de un lustro articulando. “No es un tema que esté sobre la mesa”, han respondido desde varias de las Ibex consultadas, y prácticamente todas han declinado hacer comentarios pero la mayoría han expresado que no hay novedades.
La Caixa, Caixabank, Sabadell, Naturgy, Cellnex, Colonial, Abertis, Agbar, Cementos Molins, Catalana Occidente, eDreams e Idilia Foods son algunas de las 5.000 empresas que el Gobierno calcula que dejaron Cataluña a causa del referéndum celebrado el 1 de octubre de 2017 y la posterior declaración unilateral de independencia de Carles Puigdemont, que provocó que el Ejecutivo de Mariano Rajoy aplicara el artículo 155 e interviniera la autonomía de Cataluña. Economía Digital ha contactado con todas ellas, pero ninguna está por la labor de volver.
La ministra de Transportes, la catalana Raquel Sánchez, hizo unas declaraciones el pasado sábado en las que abría la puerta al retorno de las empresas. En Barcelona, en una entrevista en Catalunya Ràdio, aseguró que “los motivos que obligaron a las empresas a irse ya no existen”, gracias a que el Gobierno se marcó como objetivo “dar respuesta al conflicto” catalán, por lo que “la vida que se respira en Cataluña es completamente diferente”.
Lo que no es diferente, sin embargo, es la posición de las grandes empresas catalanas. Es un tema muy peliagudo para ellas, del que la mayoría prefieren no hablar porque esquivan la política siempre que no sea en asuntos que afectan muy directamente a su actividad. Admiten que se fueron por razones políticas, por la incertidumbre respecto al futuro de Cataluña, pero concretamente por las consecuencias económicas que podían sufrir.
Una vez hecho el cambio, como han dicho en numerosas ocasiones todos los presidentes y consejeros delegados de las empresas mencionadas cuando han sido preguntados por ello, no se plantean un retorno porque han podido comprobar como pueden operar con total normalidad con las sedes social y operativa a 600 kilómetros y porque el domicilio social y fiscal no es algo que se deba ir cambiando cada dos por tres.
“No está sobre la mesa” ha sido la respuesta más común, acompañada de una negación sobre si había contactos con el Gobierno o con el PSOE o PSC para el cambio de sede, mientras que algunas ven las próximas elecciones del 28-M como causa de las declaraciones de Raquel Sánchez, señalando su electoralismo. Otras, como Caixabank y Naturgy, no han querido hacer comentarios pero han aludido a las últimas declaraciones de sus presidentes para evidenciar que no hay novedades –Francisco Reynés hace años que no se refiere a ello en público.
José Ignacio Goirigolzarri, que se encontró el cambio hecho pues cuando llegó a la presidencia de Caixabank, tras la integración de Bankia, ya llevaba más de tres años fuera de Cataluña, recordó en la última junta del banco, hace menos de un mes, que cuando se acordó la fusión se decidió dejar la sede en Valencia, y “con vocación de permanencia”, pues “es compatible con el hecho de que existan dos sedes operativas muy potentes en Madrid y en Barcelona”.
Empresas menos catalanas cinco años después
En estos más de cinco años, algunas empresas han cambiado mucho, y Caixabank es una muestra de ello. Ya no es ese banco catalán, La Caixa de toda la vida, con sede en el antiguo Banco de Valencia. La fusión con Bankia no solo supuso que se convirtiera en el primer banco de España sino que además se unía a una entidad que tenía uno de sus mayores orígenes en Valencia, de donde era Bancaja, una de las dos grandes cajas que la formaron, por lo que si hasta entonces la lógica de estar en la ciudad podía ser meramente política, en ese momento pasaba a tener parte de sus orígenes.
Además, con el peso madrileño –por Caja Madrid– y el catalán, tener la sede en Valencia se convirtió en la mejor forma, y más natural, de equilibrarlos. Es tal el valencianismo de Caixabank que desde el traslado ha mantenido todas sus presentaciones de resultados en la ciudad, cosa que no hacen prácticamente ninguna de las otras grandes compañías que huyeron de Cataluña.
Naturgy es otro caso de empresa que es muy distinta, y no solo porque ha cambiado de nombre. En estos años ha reducido estructura, lo que ha hecho que haya abandonado su emblemática sede de Barcelona, ha diversificado más su negocio y ha hecho una apuesta por competir a nivel nacional. Sus principales directivos están mucho más en Madrid que en la capital catalana, por lo que tampoco parece que tenga un sentido empresarial. Además, La Caixa ha perdido peso en la gestión.
Cellnex está inmersa en una batalla por el cambio de rumbo, así como de CEO y de consejo, y la composición accionarial ha variado mucho: ha pasado del control de los Benetton con apoyo de La Caixa a estar controlada por varios fondos y bajo la influencia del fondo activista TCI. Con este panorama, la pérdida de influencia de La Caixa y la presidencia y probablemente también la dirección en manos de directivos extranjeros, la vuelta de la sede se augura un asunto muy lejos de sus prioridades.
Abertis es otra de las compañías que ha sufrido un cambio radical. Cuando mudó la sede, estaba inmersa en una opa de Atlantia y el grupo ACS para tomar el control de La Caixa, su dueño histórico. Ahora los Benetton han cedido poder a Florentino Pérez por los problemas en Italia y el negocio en España encoje por el fin de concesiones como las de Acesa y Aumar, por lo que la ciudad que alberga el domicilio social tampoco es algo que preocupe a los accionistas, ya ninguno catalán.