La tómbola de la vivienda pública

El Gobierno de Sánchez ha improvisado hasta 4 veces con la política de vivienda pública en 12 días, al igual que hizo con la fiscalidad y con las políticas de la luz. Es un modus operandi que los españoles deben lamentar

MADRID, 25/04/2023.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del Senado durante su comparecencia, la quinta monográfica de la legislatura, este martes en Madrid. EFE/ Kiko Huesca

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del Senado durante su comparecencia. EFE/ Kiko Huesca

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La promesa de construir 20.000 nuevas viviendas públicas, realizada ayer por Pedro Sánchez en el Senado, es el cuarto anuncio gubernamental deslavazado en el ámbito de la vivienda que recibimos en los últimos 12 días. Demuestra bien que al presidente no le importa verdaderamente el problema de la vivienda que sacude a las clases trabajadoras y sobre todo jóvenes, si no el rally electoral en el que está metido de cara a los comicios locales y autonómicos del próximo 28 de mayo.

Solo así se puede entender que uno de los grandes obstáculos de la población joven sea ventilado de forma improvisada; donde un anuncio de Moncloa sucede a otro, a golpe de portada y a golpe de encuesta. Primero fue el acuerdo en la Ley de Vivienda desvelado por Bildu y ERC; cuando se supo que nada en el texto solventaba el problema de la escasa oferta, se anunció tres días después la disposición de 50.000 viviendas del parque ‘público’ de la SAREB para el alquiler; cuando se explicó que apenas podría contarse con un 30% de sus pisos, se prometieron 400 millones en fondos europeos para edificar otras 43.000 casas junto a las CCAA; y tras advertir su lenta ejecución, se añaden 20.000 nuevas casas al paquete. Y es posible que no haya acabado.

Bomba de humo con la vivienda

Tiene mucho más de bomba de humo improvisado que de un plan concienciado para atacar el problema habitacional: si fuera así, podríamos estar hablando de una Ley de Vivienda exhaustiva, con medidas encaradas a proteger la demanda pero también la oferta, sobre todo teniendo en cuenta que esta Ley lleva negociándose un año y medio en el Congreso de los Diputados.

Es el modus operandi de este Gobierno. Ha actuado de la misma forma con los nuevos impuestos y las medidas para reducir el recibo de la luz de los españoles. Si tan importante era crear un nuevo modelo de fiscalidad más justa y equitativa, no se entiende por qué el impuesto a la banca, el de las eléctricas y el de las grandes fortunas se fueron anunciando separadamente, en semanas sueltas, según se percibía satisfacción o no en la prensa y en el electorado. Lo mismo con las medidas energéticas: 11 reales decreto del Gobierno en el ámbito energético en solo 19 meses (en contra de lo repetido por el Ejecutivo, lo que pagan los españoles por la luz está muy por encima de la media europea, excepción ibérica mediante).

Como explica ECONOMÍA DIGITAL, los anuncios de Moncloa en poco aliviarán las dificultades habitacionales en España aunque permitirán a Pedro Sánchez recorrer España en mayo presumiendo de 200.000 ofertas de alquiler barato para jóvenes. De hecho, se han sucedido casi 20 anuncios en vivienda desde 2018, desde que gobierna Sánchez, prometiendo en distintas comunicaciones casi medio millón de casas. Ninguna se ha llevado a cabo hasta la fecha, según testimonia el PP.

Pero esta improvisación en los anuncios electorales y el subir la apuesta continuamente en política económica puede tener otras explicaciones además del histerismo propagandista instalado en Moncloa. Marta Espartero, periodista de ECONOMÍA DIGITAL, ironizaba este martes con el anuncio de Sánchez: “deseando que lo próximo que anuncie el Gobierno sea una tómbola y así me toque un piso en propiedad”.

Hay verdad en esta broma, porque Moncloa está precisamente haciendo eso. Dar la imagen de un Gobierno de Oz; que reine la sensación de que sus promesas son ilimitadas; que los ciudadanos vivan hipnotizados esperando el próximo regalo del cielo, bonos culturales, sociales, eléctricos; pisos gratis, rentas garantizadas, becas sociales; subvenciones para agricultores o llenar parte del depósito a los conductores; pensiones máximas con subidas máximas; donde una noche de fiesta puede terminar en una subida del SMI, o en el ajusticiamiento de un empresario en la plaza pública; o en ahorrarte los impuestos en la compra del súper. Aceptar que el Gobierno es el único proveedor de fortuna en estos tiempos aciagos, porque puede y quiere, y seguir apostando por él con la esperanza de, algún día, ser el afortunado.

La dura realidad de clase media española, azotada por una economía que no remonta y una depauperación de las condiciones sociales, que prácticamente se ha fundido los ahorros logrados durante la pandemia, tiene ante sí la promesa de una escapatoria: un Gobierno incapaz de solucionar hoy tus frustraciones pero que siembra en tus expectativas un futuro, con él, que provee vivienda barata en el meollo de las ciudades, sueldos europeos y conciliación canadiense, y luego ya pensiones de primera clase a costa de los empresarios. Es un futuro que nunca llegará porque se estampará con la realidad, pero que hoy por hoy mantiene viva la ilusión del votante en cuestión.

Pero mientras el trompazo llega, la sensación de descoordinación hoy es abrumadora. No existen ejemplos en la producción legislativa de este Gobierno que no hayan sufrido constantes e inmediatas modificaciones. Ni en las leyes económicas, ni en las sociales, como por ejemplo el Sí es Sí. El Ejecutivo de coalición se vanagloria de ser el que más intensamente ha legislado con las mayores cotas de producción en el Congreso de los Diputados. Pero esto es algo que lo españoles deben lamentar más que aplaudir.

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