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Vivir en la incertidumbre

Antes de iniciarse las fiestas de Pascua, un informativo de televisión planteó, en un breve reportaje, la siguiente paradoja en forma de pregunta: ¿Cómo es posible que una buena parte de la población que sufre el aumento de los precios, la pérdida de capacidad adquisitiva o precariedad laboral pueda permitirse irse de vacaciones durante cinco días toda una familia?

El reportaje exponía la paradoja social, pero sin explicar las razones por las cuales la sociedad sigue instalada en un permanentemente estado de emergencia social y, al mismo tiempo, puede dejar atrás por unos días sus problemas para destinar una buena parte de sus recursos en costear unas vacaciones. Incluso algún espectador podía llegar a preguntarse cómo es posible destinar tantos recursos públicos para disponer de un escudo social que permita defender a los ciudadanos de la crisis económica, energética, pandémica o de los efectos de la guerra de Ucrania en Occidente si una buena parte de la población puede asumir económicamente viajes, comidas y estancia en destinaciones alejadas de donde viven y trabajan.

Si ponemos el foco en cómo viven los españoles, vemos que se dividen en tres grandes grupos: los que han escogido o se han visto obligados a una vida de autoexplotación permanente, esencialmente los autónomos; los que buscan defender sus lugares de trabajo y que esperan jubilarse trabajando para la misma empresa, incluidos los funcionarios; y los que tienen pequeños negocios que luchan para que puedan seguir abiertos. Los tres grupos coinciden en un mismo punto/ angustia: temer que un día pierdan sus trabajos o disminuyan sus ingresos, tan necesarios para pagar su hipoteca, la educación de los hijos, las vacaciones, los impuestos o cualquier imprevisto. No temen el ahora, sino lo que puede ocurrir a medio plazo.

No temen el ahora, sino lo que puede ocurrir a medio plazo

Hablamos de colectivos que son asediados por problemas que habitualmente son provocados por la coyuntura económica, la ineficacia institucional o el aumento de la burocracia. Estas personas contribuyen a mantener el gasto público que les exige el Estado, asumen la reforma de las pensiones y se resignan al aumento de la inflación. La razón por la que todas estas personas deciden irse de vacaciones es para dejar atrás, y olvidar por unos días, que viven en una permanente incertidumbre. Una vez de regreso a sus trabajos, a sus vidas cotidianas, se preguntan sobre el sentido de la vida.