Viajar a Ucrania
Hemos viajado a Ucrania, igual que lo ha hecho el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, transportados por una noticia de muerte y destrucción, testimonio o declaración bélica. Los españoles, como una gran parte de los europeos, han viajado a través de las imágenes y sonidos de la guerra emitidos en los medios. Dicen algunos expertos que, en este primer año de guerra, han muerto, entre civiles y militares, aproximadamente 300.000 personas; esta cifra representa multiplicar por 7 veces el número de víctimas provocadas por el terremoto en Turquía y Siria.
El viaje emprendido por Pedro Sánchez para ratificar la voluntad de España de estar al lado de Zelensky frente a la Rusia de Putin nos lleva a formularnos la siguiente pregunta: ¿Hay sitio para el pasado en nuestro presente? La pregunta nos lleva a formular la misma cuestión desde otra óptica: ¿Cuál es la razón por la que olvidamos las enseñanzas del pasado?
El viaje de Pedro Sánchez a Kiev irradia presente, se centra en lograr el objetivo sin desviarse del guión programado, como lo han hecho otros jefes de Estado en sus viajes/visitas a Ucrania. Si el pasado hubiera penetrado en la agenda del viaje del presidente del Gobierno se revelaría el enorme error que implica ver el conflicto desde la óptica siguiente: al no ser posible perder la guerra, solo queda poner todo el empeño en ganarla.
De la guerra, por justa que sea, nunca se vuelve
Esta posición niega las enseñanzas del pasado, que nos demuestran que los conflictos que se cronifican o se desbordan acaban teniendo vida propia, y acaban mal. En su viaje a Ucrania, Pedro Sánchez no viaja al corazón de las tinieblas para mirar cara a cara los desastres de la guerra; viaja para mostrarse como un interlocutor clave para el futuro de Ucrania, al asumir en junio la presidencia de la Unión Europea.
El escritor Salvain Tesson en su ensayo Un verano con Homero advierte una enseñanza de Homero: “la hybris sobrevuela nuestra cabeza como una sombra aciaga. Nos empuja a la guerra. Nada la detiene. Los hombres se van pasando el testigo, caen en sus garras…” .
El viaje a Ucrania certifica hasta qué punto los protagonistas de la guerra, tanto los que pretenden promoverla contra Rusia para detener su afán expansionista como los que no, no son conscientes de hasta qué punto la guerra juega con ellos estimulando la arrogancia y el orgullo humano. Pensar que la guerra es un viaje de ida y vuelta, donde el viajero puede volver a su casa cuando quiera, es un gran error. De la guerra, por justa que sea, nunca se vuelve.