Resiliente al desánimo
Cada época acuña sus propias monedas/términos para comerciar y comunicarse. Resulta paradójico que el término resiliencia, aplicado normalmente a una persona para indicar que tiene capacidad de resistencia ante acontecimientos adversos y sabe adaptarse ante un suceso traumático, se aplique ahora a todo tipo de causas.
El mundo financiero y político ha expresado, a través de Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, que “el sector bancario de la zona euro es resistente porque tiene posiciones sólidas de capital y liquidez” y 20 primeros ministros o jefes de Estado han afirmado que “el sector bancario es resiliente, con fuertes posiciones de capital y liquidez”.
Resiliencia
Estas declaraciones se producían la semana pasada para tranquilizar a los mercados tras el hundimiento en bolsa del Deutsche Bank y el rescate financiero de Credit Suisse. El mismo término puede también aplicarse a la guerra en Ucrania. El gobierno ucraniano valora la entereza de la población y su capacidad para adaptarse a las consecuencias de la guerra. Se dice que el pueblo ucraniano es resiliente. También se considera resiliente al ciudadano medio español o francés, al adaptarse a la subida constante del precio de la compra o de la energía. También lo son aquellos que llevan tiempo sin encontrar trabajo y siguen luchando sin desánimo.
«Resiliencia es la nueva moneda que cotiza al alza»
Este término enfatiza la idea de que, si bien no podemos conseguir resolver el problema, por lo menos, seguiremos con el ánimo alto y evitaremos cualquier tentación de tirar la toalla. Resulta descorazonador que los hombres y las mujeres que están al frente de las instituciones políticas y económicas abusen de este término, resiliencia, para garantizar que las entidades financieras podrán soportar todo tipo de adversidades, cuando lo importante es saber si tienen una solución para evitar que se repitan situaciones como Deutsche Bank y Credit Suisse.
Al utilizar el vocablo resiliencia para conjurar el peligro que ya amenaza al sistema financiero europeo, uno tiene la impresión de vivir en tiempos remotos, cuando el hombre afrontaba las adversidades pidiendo la intervención a oráculos o demiurgos. Hoy, todo se arregla con una palmada en la espalda a aquellos que sufren o padecen las injusticias del mundo ofreciéndoles consuelo con expresiones como: “seguiréis adelante porque sois resilientes”. Resiliencia es la nueva moneda que cotiza al alza. Con ella se puede comprar alegría, entereza, humor y resistencia para afrontar, como Job, todas las penurias a las que nos vemos sometidos por la incapacidad e impotencia de los Estados para hacer bien su trabajo.