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Pedro Sánchez es una percha y Yolanda Díaz una Cruella de Vil poscomunista

Con toda probabilidad, Valentí Puig es el mejor diarista en lengua española y lengua catalana que hoy existe en España. Casa dividida –el dietario de 2022- lo confirma. Un dietario en que aparecen las anotaciones –dibujo de paisajes, detalles de la vida cotidiana y sus costumbres, retratos, comentarios literarios, aforismos, lecciones de política internacional con especial atención  la guerra deUcrania, análisis políticos y pequeños ensayos sobre el ser y el existir- de nuestro poeta, escritor y ensayista.  

Un touch of class, al alcance de pocos escritores, que relaciona la biografía del sujeto que escribe –su trayectoria particular e, incluso, su identidad- con un tiempo concreto marcado por el ambiente social, político y cultural que lo conforma. Un tiempo que nuestro autor descubre y describe –señoras y señores: habla un ilustrado y un liberal de la mejor escuela- a través de unos hilos conductores que le permiten avanzar y retroceder y volver a avanzar con el objeto de contextualizar, describir y reflexionar. Verbo cuidado. La crítica como fundamento. Sutilezas cargadas de buenas y malas intenciones. Seriedad y humor. Confesiones. Esperanzas.   

Valentí Puig nos invita a superar la división en España 

El título del dietario de Valentí Puig responde con exactitud a la realidad por la cual transita nuestro autor. Es decir, la realidad por la cual transitamos, lo sepamos o no, todos nosotros. Al respecto, conviene señalar que el dietario del escritor desvela/revela lo realmente existente. Por decirlo, a la manera del estructuralismo, el autor mallorquín hace visible la presencia de unas ausencias conscientemente ocultadas. 

¿Por qué el título de Casa dividida? La respuesta –resonancias del Evangelio de Marcos- se encuentra en el discurso de Abraham Lincoln al aceptar su candidatura al Senado por Illinois (1858) en una coyuntura política marcada por la división entre los Estados esclavistas y no esclavistas: “Una casa dividida contra sí misma no puede sostenerse. Creo que este gobierno no puede soportar, de forma permanente, la mitad esclavo y la mitad libre. No espero que la Unión se disuelva. No espero que la casa caiga. Espero que deje de estar dividida”.  

Un Abraham Lincoln que culmina su pensamiento con el discurso –el mejor según los estudiosos del personaje- conocido como La oración de Gettysburg (1863): “Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparecerá de la Tierra”.  

Valentí Puig retoma el discurso del norteamericano y lo traduce a nuestra realidad:

“Una casa dividida es mucho más que un conflicto político, también es moral y existencial”  

De la lectura del dietario de Valentí Puig se deduce –detengámonos en un par de asuntos- que esta casa dividida que es hoy España continuará siéndolo durante un tiempo indefinido. Adiós al sueño de Abraham Lincoln. Por dos razones: porque, Pedro Sánchez no es Abraham Lincoln y no está por la unión de la nación; porque, el coágulo independentista sigue ahí. Vamos por partes. 

Retrato de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz       

La cuestión es la siguiente: la casa dividida española será harto difícil de unir mientras gobierne un Pedro Sánchez que es “el más incompetente y verbalista desde la muerte de Franco. Sánchez es, simplemente, una buena percha” que “usa el maquillaje de la dramaturgia de equívocos” y cuenta con una Yolanda Díaz “estilista de la empatía política, a veces incluso parece que, haciendo horas extras en un bingo, se haya convertido en la vendedora de cartones más popular de la noche… políticamente es una Cruella de Vil poscomunista, indefinidamente verbal… no sabemos qué es”.  

Una percha y un personaje de ficción codicioso que –señala Valentí Puig- tienen en su haber el indulto de sediciosos y la supresión del delito, la reforma del delito de malversación, la superstición anti energía nuclear, la Disneylandia de los molinos de viento, los riesgos de la inmigración sin control, la ideología de género, el ponerse en manos de Marruecos, la deuda pública o la denuncia de un complot judicial, político y mediático.  Y algo más: “ha puesto el Estado en manos de la junta de acreedores” como “Marruecos, Podemos, ERC, Bildu” manifestando así “la política del surf, sin densidad ni sentido histórico”.   

Al respecto, Valentí Puig nos brinda un ajustado retrato de Pedro Sánchez: “sabe andar por los jardines de la Moncloa, entrar y salir del coche oficial como si no lo fuera, subir al Falcon 900B como a un helicóptero del Samur, cruzar las piernas con desenvoltura cuando le entrevistan en la Moncloa, llegar con optimismo panglosiano a las reuniones del Consejo Europeo, hablar bien el inglés sin que le sea exigible conectar palabra y significado, disimular demasiado la convicción que no tiene y es el primero que no está convencido, sonríe forma estereotipada, forzada, sonrisa dental, de pértiga, de europeísmo low charter, una sonrisa ensayada ante lo espejos de la Moncloa, una sonrisa de leer el guion de cualquier manera y de no escuchar”.   

El coágulo independentista y el independentista hippy  

No es cierto que Pedro Sánchez haya desinflamado Cataluña. Si acaso lo habrá hecho el artículo 155 de la CE, la intervención de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y el Poder Judicial. Si Pedro Sánchez dificulta/impide la unión lincolniana, lo mismo ocurre con un independentismo catalán que, en palabras de Valentí Puig, “rememora floridamente los anacronismos alienígenas de Francesc Macià” sin que nadie sea “capaz de construir y no destruir, por una vez sin reservas con España”.  Un “coágulo independentista” que hace que la “Cataluña real, [sea] una vez más suplantada por la Cataluña imposible”. Una “impostura de peso” –con una burguesía que se ha “suicidado”- que se traduce en la visión “lastimosa” de la Cataluña que “decae” con unas instituciones que “llegan al descrédito máximo”.  

Sin una nueva generación política, salirse del callejón es muy incierto

La esperanza: “los salvadores de Cataluña por ahora no han conseguido hundirla”. Nuestro autor concluye: “en fase terminal, la vieja política de Cataluña llora por las emisoras y da la impresión del hippy que ha envejecido cultivando hachís en el balcón y de repente se encuentra en la cola para desintoxicarse. Sin una nueva generación política, salirse del callejón es muy incierto. No habrá suficiente con metadona o litio”.    

Jean-Jacques Rousseau 

Hay algo, no sé si a su pesar, de Jean-Jacques Rousseau, en Valentí Puig. Si el ginebrino se sentía filósofo “por el entusiasmo de la verdad, de la libertad, de la virtud”, lo mismo ocurre con un Valentí Puig que algo tiene del testarudo Émile que se presentaba con la credencial de “ciudadano de Ginebra” y pretendía servir a su país “en la honorable función de ciudadano”.