La vieja estética política
Las nuevas líneas estéticas de la política que recorren el mundo se centran en plantear que ha llegado la hora de concentrar el poder en manos de pocas personas más que en trabajar para procurar mantener la separación de poderes. Se busca la manera de poner en crisis el modelo constitucional para cambiar los fundamentos sobre los que se asienta el Estado, en lugar de preservar y mejorar el sistema constitucional vigente.
La tentación totalitaria avanza en la mentalidad de la política actual o, tal vez, lo que ocurre es que se empiezan a observar actuaciones totalitarias en aquellos que se dedican a criticarlas. Resulta tan negativa la deriva totalitaria que predica el populismo por el bien de los ciudadanos como la lucha contra este a cualquier precio.
Los países desarrollados se cuestionan si los niveles de libertad conquistados son un obstáculo para seguir progresando económicamente
Al inicio del siglo XXI, muchos teóricos políticos y económicos, como el premio Nobel de economía Amartya Sen, defendían que sin libertad no podría producirse un adecuado crecimiento económico en los países en vías de desarrollo. Veintitrés años después, son los países desarrollados los que se cuestionan si los niveles de libertad conquistados son un obstáculo para seguir progresando económicamente.
La estética política basada en una defensa desacomplejada de las libertades, la tolerancia, el pluralismo, la solidaridad y la sociedad abierta, siempre luminosa, ahora se torna sombría, con un enconado esfuerzo para volver a trasladar en la imaginación de los ciudadanos la protección armada de las fronteras, el emboscamiento psicológico centrado en activar la defensa de la patria contra los enemigos económicos, sociales, culturales y políticos.
Empiezan a escucharse voces que alertan contra la fascinación del poder fuerte, unipersonal y bonapartista. En Francia, el historiador y politólogo Patrick Weil señalaba el peligro que supone “la acumulación y confusión de poderes… concentrados en el Elíseo”, como consecuencia de votar a Emmanuel Macron para detener al populismo de derechas e izquierda. El mismo principio de actuación política observado en Francia es extensible a Italia aunque en el sentido contrario, votando a los Hermanos de Italia para evitar la política tradicional de partidos.
Tanto los partidos populistas como los que buscan mantenerse en el poder para evitar que estos accedan a él coinciden en considerar, consciente o inconscientemente, que solo con una política activa para motivar la concentración de poder e impulsar los cambios constitucionales para lograrlo es posible seguir garantizando la gobernabilidad de sus naciones.