La gran coalición
PSOE y PP votaron juntos la reforma de la Ley del Sí es Sí y la gran coalición afloro por unos instantes en el Congreso, pero no todo el mundo lo vivió de igual manera. Al PP se le veía cómodo y feliz, el PSOE mostró, sin reparos, su incomodidad hasta el extremo de que Pedro Sánchez no acudió al hemiciclo. Lo suyo con el PP no podía ser ni amor ni fugaz ni tan siquiera a media luz, más bien, por la cara que ponían en la bancada socialista, fue un fugaz pretón.
Suele decirse que la política es acuerdo, pero hace tiempo que el PSOE parece haber decidido que tienen más a ganar en la polarización que en el consenso. El PSOE vivió el acuerdo con el PP como una encrucijada. Si bien afeaban públicamente la conducta al duo que forman Belarra y Montero y desmarcarse de Podemos es imprescindible para frenar la perdida de votos del PSOE, acordar con el PP no era de su agrado por aquello de que no fuera a ser que alguien pensara que el PSOE de Sánchez caminaba por la senda de la moderación, un concepto que tan poco cotiza en la izquierda española y sus aliados antipatriotas.
El PSOE vivió el acuerdo con el PP como una encrucijada
El gobierno de gran coalición sobrevuela la Carrera de San Jerónimo desde que casi todo el PSOE se abstuvo en la segunda investidura de Rajoy y Sánchez tuvo que irse a dar la vuelta a España en coche para volver victorioso a Madrid. Pedro Sánchez aceptaría la fórmula de gobierno entre los dos grandes partidos siempre que el presidente fuera él, en caso contrario antes de dejar de presidir el consejo de Ministros se lanzaría de nuevo a los espinosos brazos de Bildu, ERC y Podemos, a los que parece haberse acostumbrado y en los que está asombrosamente confortable. La gran coalición no sería un gran negocio para Sánchez, es más fácil lidiar con 15 pequeños partidos que además compiten y se pelean entre sí que con otro elefante en la cocina como es el PP.
Del PP se intuye cada vez con mayor claridad que aceptaría de buen grado el gobierno de gran coalición indistintamente de que lo presidiera o no, dado que cualquier fórmula le parece mejor que encadenarse a Vox. La coalición de Castilla y León es para los populares un calvario y los pactos en cascada en la constitución de ayuntamientos y comunidades autónomas el próximo junio quita el sueño en Génova 13 dado que creen que mostrarse como rehén de Abascal los aleja de Moncloa.
El hipotético gobierno de gran coalición, si bien agradaría a la España institucional y convertiría en habitual las votaciones en el Congreso por amplia mayoría, reforzarían a los polos: Sumar y Vox. En Vox se frotan las manos con un Feijóo marianizado que no pone el acento en derogar la agenda ideológica del Gobierno Sánchez-Podemos y la legislación que le acompaña, sino que espera heredar el poder casi por decantación natural.
El PP no tiene un pantone tan amplio como el PSOE para configurar pactos
Tras la noche del 28 de mayo el PSOE se lanzará a exigir al PP que no pacte con Vox mientras ellos, sin rubor alguno, lo hacen con Bildu, Junts, ERC, Podemos, BNG, Comprimís y cualquier otro radical que les permita obtener la más mínima cuota de poder. El PP no tiene un pantone tan amplio como el PSOE para configurar pactos, está limitado a Vox, Coalición Canaria y quizás UPN.
En junio no veremos ni un solo gobierno de gran coalición en ningún ayuntamiento o comunidad autónoma de España, para los dos grandes partidos las elecciones de dentro de un mes son solo un megasondeo, una meta volante cara a las generales de diciembre y en absoluta ninguno de los dos partidos está dispuesto a realizar concesión alguna a su adversario.