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La estrategia pirómana

Es la economía, pero es también la política. Tendemos a fijarnos en datos de empleo y del PIB, y olvidamos que en unas elecciones una ciudadanía responsable también debería velar por el cuidado de sus instituciones liberal democráticas. Sin seguridad jurídica, nada funciona.

Con políticos que desprecian las formas y los procedimientos, pronto se resiente la convivencia y los bolsillos se vacían. Es aquí donde el PSOE y Podemos más se han esmerado en su amplia tarea destructiva.  

Sin una cultura democrática sólida, los populismos emergen, entre las turbulencias y la incertidumbre, para sacrificar las libertades individuales. José Luis Rodríguez Zapatero ya había iniciado el desmantelamiento del espíritu de la Transición.

Podemos aceleró la degradación de la concordia. Y Pedro Sánchez remató la faena, aprovechando la pandemia para desmontar controles y rebasar límites. Así, el primer gobierno de coalición de izquierdas ha sido el de la gran involución democrática.  

Con una gestión más ideológica que científica, la verdad fue una víctima más del coronavirus. La coincidencia de un periodo excepcional y un presidente de ambición desaforada permitió la concentración del poder y el debilitamiento de la democracia.

Han atacado al Poder Judicial desde todos los frentes

Han atacado al Poder Judicial desde todos los frentes. El Parlamento fue clausurado inconstitucionalmente.  Han señalado a periodistas y empresarios. Han purgado a disidentes y también a servidores públicos por el simple hecho de cumplir con su deber.  

En Crónica de la degradación democrática española (editorial Deusto), Guadalupe Sánchez Baena describe con rigor todos los incendios provocados por Pedro Sánchez y su gobierno. Cuando uno observa toda la obra Sanchista en su conjunto, y tiene una mínima sensibilidad democrática, se estremece.

Mucho se ha teorizado sobre el fin de las democracias y el peligro de los populismos, pero aquí Sánchez Baena describe con crudeza analítica la periodización práctica de nuestro país.   

En el principio fue el Verbo: la retórica populista. Como en la Argentina peronista o la Cataluña procesista, la España Sanchista usó el lenguaje pseudodemocrático para justificar la aniquilación del Estado de derecho. Es decir, palabras que suenan a democracia para desarbolar la propia democracia. 

El abuso de la propaganda precedió al abuso de los decretos. E igual que los separatistas, redujeron cualquier definición de democracia “a una cuestión de legitimidad electoral: convertir el voto en una habilitación para someter a los contrapesos al poder y demoler la democracia liberal desde dentro”. 

(De i a d) El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, la vicepresidenta primera y ministra de Economía, Nadia Calviño, y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. EFE/ J.j.guillen

Después, PSOE y Podemos no dejaron un contrapoder por laminar. Son tantos los incendios que la prensa independiente no daba abasto. Un escándalo sucedía a otro. Un fuego era tapado por la cortina de humo tóxico del siguiente. Las miradas iban rápidamente de un foco a otro. Calcinaban la neutralidad y el prestigio de todas y cada una de las instituciones.

Esa es una actuación premeditada que nuestra autora define como “estrategia pirómana”. No es una revolución, ya que esta no es factible en la Unión Europea; es una vía “más lenta y sibilina, pero igual de efectiva y mucho más digerible: la colonización institucional y el desarme de los contrapoderes”.  

En alguna ocasión he escrito que Sánchez no perseguía el establecimiento de una dictadura, pero tampoco el cuidado de la democracia. Tras leer la crónica de esta abogada, uno ya no duda de la vocación profundamente antiliberal de la izquierda gubernamental.

Ni Donald Trump, se ha atrevido a gobernar de esta manera en una democracia occidental

Su obsesión por el poder es democráticamente insana. La incapacidad técnica y el ansia de poder se han unido para liberar a violadores, beneficiar a corruptos e indultar a golpistas. Ni Donald Trump, ni ninguno de los sospechosos habituales se ha atrevido a gobernar de esta manera en una democracia occidental. 

El libro de esta abogada es toda una oportuna advertencia sobre lo que nos jugamos el próximo 23 de julio en España: nada más y nada menos que el orden liberal democrático. Es una denuncia del despotismo arbitrario del gobierno de Sánchez, y es una firme defensa de las libertades consagradas por nuestra Constitución.

El llamamiento a la responsabilidad es evidente: “El daño a nuestra democracia es tan enorme como perentoria la necesidad de una agenda reformista que acometa las reformas necesarias para que sobreviva”.