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Hasta que llegó Escrivá

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Capítulos:

00:00 Introducción
02:20 La reforma de las pensiones de Escrivá
08:30 Los problemas legales de Donald Trump
12:10 Marlaska y Pérez de los Cobos
19:50 Nuevo dato de inflación

Los sistemas de pensiones del mundo estaban perdidos. Lo estaban. Por suerte, Pedro Sánchez descubrió un talento desconocido, de esos que aparecen una vez en la vida. Deambulaba desaprovechado, validando desde la AIREF los planes que el Gobierno Rajoy presentaba para las pensiones del futuro.

Esa tarea tan ordinaria, dar luz verde a las propuestas del PP, no estaba a su altura y simplemente se la quitaba de en medio con el desdén de las personas sabias. Ese genio ignorado años ha es José Luis Escrivá.

Sánchez, con el mismo talento natural del que se valió para descubrir a otros portentos para la política como Màxim Huertas, Pedro Duque, Salvador Illa, Carolina Darias y Reyes Maroto, iluminó a Escrivá. Más o menos fue así:

–Ven al Gobierno, sal de ese pozo de amargura en el que estás y soluciona para la humanidad el problema de las pensiones. Sin ti, no habrá vida a partir de los 64 años—. Y Escrivá que, como buen genio, tiene ratitos de vanidad, aceptó. –Ya no validaré más; salvaré las pensiones—, pensó.

Esta semana terminó el trámite parlamentario para que su obra maestra quede convalidada y se aplique. “Cuanto más veo mi reforma, más me gusta”, dijo en un momento de condescendencia a los periodistas que cubrían la tosquedad de someter a las costumbres democráticas la obra de una mente superior.

Otras dos eminencias de las pensiones, Unai Sordo y José María Álvarez, clavaron rodillas y mentón ante la belleza de las hojas de excel de la reforma de las pensiones. Porque hasta que llegó Escrivá, las pensiones estaban perdidas. No solo las de España, sino todas. Ya no. En su idiocia los demás no se han dado cuenta. Pero lo harán.