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Esperando a los bárbaros 

Una de las consecuencias de la pandemia –la chispa que prende la mecha- ha sido la aparición de lo que, en los Estados Unidos, se ha bautizado con las expresiones Gran Resignación, Gran Dimisión, Gran Renuncia o Era de la Antiambición. En síntesis, la renuncia al trabajo capitalista sujeto a reglas con todo lo que eso conlleva. Vale decir que existe una reciente variable conocida como la Gran Rotación o el cambio de trabajo o lugar de trabajo en beneficio del bienestar. En cualquier caso, la Gran Renuncia –quienes la promocionan- plantea la siguiente cuestión: ¿qué hacer y cómo vivir para que sobreviva el planeta y el ser humano?  

Una cuestión de fondo que nos remite a la ética y la moral: ¿cómo nos hemos comportado y vivido hasta ahora y cómo deberíamos hacerlo hoy y mañana? O lo que viene a ser lo mismo, ¿qué ha ocurrido, qué ocurre y qué debería ocurrir? Vayamos por parte. Del ayer al hoy.   

De la moral posmoderna a la sociedad de la incertidumbre  

En los inicios del siglo XXI, la moral –la conducta libre y responsable- se mueve en el seno de una contradicción. Por un lado, hemos heredado la moral de la época moderna que se consolida con la Ilustración y la Revolución francesa. A saber: razón, libertad, autonomía, democracia formal, redención, sociedad reconciliada, utopía, ciencia, dominio de la naturaleza, mercado, crecimiento, progreso.  

Por otro lado, hemos heredado la moral posmoderna que gira alrededor del individualismo, el relativismo y el escepticismo. El detalle: la posmodernidad sería el corolario lógico de la crisis –no sabemos si reversible o irreversible- de la modernidad.  

Me explico. Si por modernidad se entiende aquella categoría ideológica, o aquel período de la Historia, que se caracteriza por el dominio de una serie de ideas o mitos resumibles en el concepto de progreso forjado por los comerciantes y humanistas del Renacimiento, y por los filósofos y políticos de la Ilustración; si por modernidad se entiende eso, hemos de reconocer que la modernidad habría entrado en crisis, porque ha propiciado lo contrario de lo que pretendía: emancipación del ser humano, sí, pero también intensificación y sofisticación de los mecanismos de control; dominio de la naturaleza, sí, pero también problemas medioambientales; crecimiento, sí, pero también estancamiento.  

A lo dicho, habría que añadir que la llamada “muerte de Dios” ha generado centenares de pequeñas divinidades, que la utopía ha devenido una pesadilla totalitaria, que el hombre nuevo ha dado lugar a nuevas miserias y que la paz perpetua ha sido substituida por la perpetua amenaza de la bomba.  

Así las cosas –teniendo en cuenta que la Historia parece hoy en fase de retroceso o reversibilidad-, el proyecto de la posmodernidad –con su carga de individualismo, escepticismo, relativismo e indiferencia- no sería la fórmula o forma más adecuada para sobrevivir en el presente. De ahí -del malestar, la inquietud, el desasosiego y la irritación ante la incertidumbre y la amenaza-, surge, por ejemplo, la Gran Renuncia.   

Otro modo de vida y otro planeta   

De los documentos del Foro Social Europeo y el Foro Social Mundial a los libros y artículos de Susan George y adláteres, pasando por las recomendaciones de los camaradas de Rebelión que hoy, en 2023, nos invitan a leer de nuevo El manifiesto Comunista en el 175 aniversario de su publicación, son muchas las propuestas que nos exhortan o empujan a transitar hacia un nuevo –mejor- mundo posible. Otro mundo posible al que, según parece, se llegaría por la vía de la autoayuda o por el camino del antiliberalismo. Tanto monta, monta tanto.   

Y en eso que el editor y ensayista Fèlix Riera, lejos de los cuentos de hadas de la autoayuda y de las tentaciones de esa enciclopedia de las mentiras que es el comunismo, nos propone un mundo mejor en un ensayo, escrito en lengua catalana, titulado El retorn al bosc. Pistes per comprendre la societat de la incertesa (2022). ¿Volver al bosque para comprender la sociedad de la incertidumbre? Sí, lo han traducido bien.  

En síntesis, nuestro autor plantea una vuelta al bosque –una metáfora- que implique  “restablecer los vínculos rotos con la naturaleza” y “recuperar un orden interior perdido” en donde esté presente la “contemplación, el silencio, la respiración, la lentitud, la compasión, la belleza y la lucha por el futuro”. Así, de esta manera, podría evitarse la catástrofe global que se nos avecina.  

Vale decir que el sujeto agente de esta vuelta a la naturaleza son los bárbaros –otra metáfora- portadores de unos “derechos morales” entre los cuales está el derecho de la Tierra a sobrevivir, el del hombre a librarse de la violencia o el abuso del poder, el de los jóvenes a dirigir el mundo, el de desviarse del modo de vida impuesto, el de dar testimonio, el de protección de la intimidad,  el de los bárbaros que resisten frente el poder y el Estado, el de evitar la catástrofe y ser escuchados.  Objetivo: “propiciar un cambio de consciencia en las personas que les reafirme en la certeza que es posible actuar y crear un futuro distinto”. 

El hombre alienado  

Otro modo de vida y otro planeta, decíamos antes. La clave estaría en esos bárbaros que, señala nuestro autor, resisten frente al poder. Esos bárbaros que, en la línea del pensamiento clásico, emitirían palabras ininteligibles y amenazan el Estado. Por eso, Platón, en la República, aconseja a los griegos que reduzcan a la esclavitud a unos bárbaros de costumbres estrafalarias y vicios convertidos en virtudes.  

Fèlix Riera nos aconseja lo contrario: hagan caso de los bárbaros, en el sentido antes citado, de ciudadanos críticos del poder y buscadores de un futuro distinto al que nos espera. Por eso, nuestro autor saca a colación la siguiente cita de Constantino Cavafis: “¿Y de nosotros que será sin los bárbaros?/ Esta gente alguna cosa resolvía”. Título del libro del poeta griego: Esperando a los bárbaros.  

De alguna manera, El retorn al bosc de Fèlix Riera –un excelente ejercicio de crítica política y cultural- nos recuerda la teoría crítica de los 30 del siglo XX –de Max Horkheimer a Herbert Marcuse- que desenmascara al hombre alienado -propio del sistema capitalista: violencia simbólica, clausura del universo del discurso o reificación del lenguaje- que ha perdido su autonomía y personalidad.