Las encuestas van de farol
La política actual está en constante equilibrio. No existe nada que no transcurra a través de vasos comunicantes. El movimiento de una pieza desestabiliza al resto. Y eso en un año con varias remesas de elecciones, según la comunidad autónoma dónde el lector viva. O vote. Que no es lo mismo.
Si usted vive en Valencia, tiene por delante tres elecciones a la vista. Si habita en Cataluña o Galicia, sólo dos. Que ya son muchas. Municipales y Generales para todos; autonómicas para la mayoría. Antes era mucho más sencillo. En estos momentos de pactos continuos, para lo bueno y lo malo, cualquier cambio en una ciudad o en una Comunidad, puede darle un giro a la rueda de los liderazgos. Y lo veremos en más de una contienda electoral.
Por ejemplo, de no ser muy clara la victoria de uno o de otro en Barcelona, la posible necesidad de pactar a finales de año con la candidatura de Yolanda Díaz por parte de Pedro Sánchez puede complicar una alcaldía relativamente tranquila de Jaume Collboni, en el caso, repito, de que el electorado barcelonés no deje clara su apuesta por unas o por otros.
El voto tan repartido obligará a los partidos y a sus líderes a saber que el juego del pacto llegó para quedarse de momento mucho tiempo. La diferencia es que una cosa es pactar en una misma institución a causa de un resultado electoral y la otra jugar con las sillas en otras demarcaciones políticas según resultados. De entrada, suena mal.
El voto madrileño está más claro. Todo apunta a una repetición del bando popular y de sus líderes. De no existir errores, pocas sorpresas. Pero Barcelona es otra cosa. En las casas de apuestas, o te lo llevas todo o te hundes. Porque no existe una tendencia clara y eso es una suerte para los jugadores de póker. Pero la política no va de eso.
Las tendencias son cambiantes y parece que la única que aguanta una regularidad reiterativa es Ada Colau. No le hace falta decir demasiado. Solo debe no fallar a los suyos. Pocas excentricidades y timón directo.
Los adversarios no acaban de encontrar sus puntos flacos. Y miren que los tiene. Y grandes. Sobre todo, su política de vivienda. Tras ocho años, todo sigue más o menos igual. Muchas expectativas, y poco más. Eso sí, la anunciada nueva Ley de vivienda es presentada como un éxito de sus formaciones, y a saber cómo será de útil cuando llegue a calle.
Mi consejo es que, si ustedes son habituales a porras entre amigos o familiares, de jugarse una comida o una cena sobre los ganadores de las contiendas electorales que están a punto de llegar, sean precavidos. Tienen todas las de perder. Y quien les asegure que sus proyecciones son las buenas, duden. Van de farol.