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El declive de las carreras STEM en España 

España ya perdió el tren de la revolución industrial en el siglo XIX, y si nadie lo remedia, todo parece indicar que vuelve a quedarse rezagada en la presente transformación tecnológica y digital. El nivel de sofisticación tecnológica de nuestro tejido empresarial es relativamente bajo, tanto si consideramos el número de licencias y patentes; la tecnología incorporada en productos, servicios y bienes de capital; o las exportaciones de productos con alta intensidad tecnológica, como en el sector aeroespacial, farmacéutico, robótica, vehículos de ahorro energético y tecnologías de la información, por mencionar solo algunas. Estas carencias explican en buena parte el estancamiento de la productividad agregada y el bajo crecimiento económico en nuestro país

Las industrias mencionadas comparten como elemento diferencial la necesidad de contar con un capital humano técnicamente cualificado y desarrollado. En este sentido, un dato especialmente preocupante, por sus implicaciones a largo plazo, es la escasez de vocación en las ramas STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) y la caída de matriculaciones en las carreras técnicas. España tiene una posición rezagada en Europa en el peso del empleo STEM. Además, es uno de los países más amenazados por el déficit de talento STEM proyectado a 2030, un problema generalizado en Europa, con las excepciones de Suecia, Reino Unido y Francia. 

Escasez de vocación en las ramas STEM

Según datos de Adecco, alrededor del 37% de las ofertas de empleo van dirigidas a profesionales con titulaciones técnicas, pero la tasa de matriculados tan solo alcanza el 24%. Esto hace que, aunque la demanda de este tipo de este tipo de perfiles no ha dejado de crecer, las empresas tengan dificultades para encontrar trabajadores que cumplan con el perfil exigido. Sin ir más lejos, según un informe de Randstad Research existen en el mercado laboral español unas 10.000 vacantes dentro del sector tecnológico por falta de cualificación. 

En paralelo, según datos ofrecidos por el Ministerio de Educación y Formación Profesional, entre 2010 y 2017 las matriculaciones en estudios de ingeniería descendieron en España un 28%, en términos absolutos. Hablamos de más de 69.000 profesionales. La previsión es que durante los próximos cinco años es que los titulados STEM desciendan a un ritmo anual del 3,3%. 

Tanto la falta de formación como la falta de interés en tecnología destacan como los factores principales que acusan la caída de los perfiles técnicos. Según un estudio de DigitalES, el 61% de los alumnos de Secundaria, Bachillerato y FP ha cursado únicamente una asignatura de tecnología, asegurando el 30% que no ha cursado ninguna. El 73% de los alumnos de Secundaria reconoce tener problemas para entender las matemáticas. 

En España existe una escasez de vocación en las ramas STEM. Imagen: Freepik.

El nivel del profesorado también puede explicar algunos de los problemas subyacentes. Solo el 3% de los profesores encuestados está especializado en matemáticas, tecnología o TIC. Además, el 59% de los profesores opina que los conocimientos adquiridos en matemáticas durante la carrera no son suficientes y el 85% considera que necesita más formación en TIC para desarrollar mejor su trabajo. En el plan de estudios de la carrera de magisterio únicamente entre el 10% y el 12% de los créditos están destinados a matemáticas o TIC. Sólo una de cada diez universidades españolas incluye entre su oferta especialidades STEM de esta índole

Las estadísticas oficiales pueden resultar confusas porque normalmente se centran en las carreras universitarias. Pero si tenemos en cuenta la Formación Profesional no universitaria, tan extendida en países como Alemania, donde tiene un carácter mayoritariamente técnico, las diferencias son muy significativas. En este sentido, conviene recordar que la tasa de paro entre los graduados FP en Cataluña, según datos del Departamento de Educación y el Consejo General de Cámaras de Comercio, es tres veces menor que la del resto de menores de 24 años y el volumen de contratos indefinidos es más alto. En Reino Unido se han empezado a instaurar cursos de formación profesional financiados por la industria en sectores de tecnología punta como la producción de terapias avanzadas o la manufactura nuclear avanzada. 

Si ampliamos el foco, los países asiáticos, por ejemplo, han entendido la importancia de desarrollar su capital humano en STEM. A diferencia de la Selectividad española, donde los alumnos de humanidades y ciencias sociales pueden acceder a la universidad sin examinarse de física, química o biología, China ha transformado su exigente gaokao −la selectividad china− para que todos los alumnos se examinen de ciencias, aunque vayan a estudiar letras en la universidad. Justo lo contrario de lo que se hace en España. 

En Europa, universidades como Cambridge o la Politécnica Federal de Zúrich también se han esforzado mucho en los últimos años para ser más competitivas en informática e ingeniería. Curiosamente, las dos están fuera de la Unión Europea.

Las mejores universidades asiáticas, como Peking, Tsinghua o la Nacional de Singapur han empezado a reclutar a algunos de los mejores profesores de Estados Unidos de origen asiático con sueldos competitivos, ofreciendo a algunas «estrellas» académicas en ciencias cuantitativas sueldos por encima del millón de dólares anuales más vivienda. En Europa, universidades como Cambridge o la Politécnica Federal de Zúrich también se han esforzado mucho en los últimos años para ser más competitivas en informática e ingeniería. Curiosamente, las dos están fuera de la Unión Europea

El marco de incentivos de nuestro sistema universitario, por el contrario, no parece estar muy bien alineado con la realidad que estoy describiendo. El “cafe para todos” en la financiación académica no prioriza aquellos departamentos que destacan por su transferencia tecnológica o por el nivel de ocupabilidad de sus estudiantes y la subvención generalizada de las matrículas tampoco favorece la elección racional de los jóvenes a la hora de decantarse por una carrera u otra. Parecería más razonable priorizar las carreras STEM en la dotación presupuestaria para becas universitarias o apostar por un sistema de préstamos gubernamentales, estimulando así a los estudiantes y a sus familias a considerar el retorno de su inversión. 

La escasez de profesionales con conocimientos STEM avanzados dificulta las perspectivas de crecimiento del país y limita la productividad, sobre todo para las pequeñas y medianas empresas (pymes). Es llamativo la poca atención que ha suscitado esta cuestión en el debate político español. El nivel de formación y desarrollo del capital humano hoy determina las posibilidades de competir en la carrera tecnológica global mañana.